【✜ Escapando De La Muerte ✜】

·Rojo Carmin·

México-Jalisco.
24 de junio de 2021.

Las detonaciones eran tan fuertes, que sus estruendos hacían temblar el suelo. Intentando llegar a un lugar seguro, los ángeles exterminadores se arrepentían de haber dejado a Beatriz, para conversar e ir a un estadio. En esos momentos se daban bofetadas mentales, no podía salir nada bueno de ir a un lugar como ese, donde los asientos estaban al descubierto y estaban casi que a la intemperie.

Era lógico que un grupo de Cobras que estaba por los alrededores, los hubiera detectado, y era aún más predecible, que irían detrás de ellos para darle caza, ya fuera para capturarlos o eliminarlos. Fue en cuestión de segundos, cuando se vieron envueltos en una lluvia de balas.

Lizabeth que se encontraba corriendo, rumbo a la puerta, con la intención de ponerse a cubierto y salir de las gradas, fue sorprendida por una granada. El objeto rebotó entre varios asientos, para finalmente aterrizar a los pies de la chica. Ella se percató de esta matándola, pero no fue lo suficientemente fuerte, pues al estallar, la onda expansiva logró impactar contra su cuerpo, arrojándola contra varias butacas.

Sintió su cuerpo adolorido, jadeando mientras intentaba reincorporarse. El ruido y golpe la había aturdido. Al levantar la mirada, aprecio todo borroso, divisando a Beatriz doble, la cual la sacudió y jalo. El ruido de las detonaciones y la lluvia de bala donde se encontraban regresó a sus oídos. Jalo rápidamente a su mejor amiga, para que se agacharon entre las butacas, era peligroso ir a descubierto.

Siguieron arrastrándose por el suelo, encontrando en este resto de cotufas y envoltorios de chucherías. Eso le hizo preguntarse, si realmente limpiaban los estadios cuando la gente se iba de estos. Fuera, como fuera, eso era lo menos importante en esos instantes.

Lograron llegar a la puerta e ingresar para estar un poco más cubierto. Aunque en la zona del interior, no era diferente al caos que había afuera. Ambas chicas se posicionan detrás de una pared. Escuchando los pasos de un grupo de soldados, seguramente uniformados de negros, buscando a los ángeles exterminadores, que se les escabullían como arena entre los dedos.

Ellas sabían que debían evitar enfrentamientos y reencontrarse con el grupo en el estacionamiento. Vector iba a matar a Beatriz cuando estuvieran en un lugar seguro, después de todo, fue la que salió corriendo a ese lugar, cuando hicieron una parada necesaria, debido a que la necesidad humana, llamaban a Cesar y a Bruno.

Lizabeth se aferró a su arma, apreciando por el costado de la pared, las personas se habían ido. Tenía un problema, y es que de tanto correr, no recordaba por donde se regresaba al estacionamiento. Salió con cuidado, siendo seguida por Beatriz, sabía que sus compañeros no debían estar lejos.

Comenzaron a correr sin rumbo, sabían a donde debían llegar, pero no tenían ni idea de cómo hacerlo.

Tuvieron que detenerse de golpe, cuando escucharon murmullos. Se pegaron a la pared, igual que militares cuando están a punto de allanar una casa, donde se encuentran los mafiosos más buscados de la ciudad. El corazón les palpitaba a mil, dedo en el castillo, dispuestas a disparar apenas vieran al objetivo.

Pero cuando salieron y apuntaron con el arma, notaron que alguien ya se les había adelantado. Hunter apreciaba los dos cuerpos en el suelo, sus manos temblorosas sujetaban un arma, mientras que aquellos ojos miel y con expresión monótona, examinaba él tuvo que había usado, para romper el cuello de su víctima, la cual yacía en el suelo, marchándose con la sangre de su compañero.

—¡Hunter! ¡Bestian! —Gritaron las chicas al unísono, saltando sobre ellos.

Los chicos se giraron al escuchar las voces de sus compañeras, sintiendo como sus cuerpos eran envueltos en un abrazo. Hunter sintió que iba a quebrarse en ese momento y llorar como un niño pequeño, tal vez lo hubiera hecho, de no ser porque Lizabeth lo tomó de la muñeca y comenzaría a correr.