·Kilometros·

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Costa Rica - Puntarenas.
16 Mayo 2021

Para Beatriz era como si el tiempo hubiera decidido ir más lento, su cuerpo temblaba a causa del frío, aunque cambió sus prendas por unas secas y estaba cubierta por una frazada, sentía como el frío le congelaba hasta los huesos. Pero nada de eso le importaba, no pensaba moverse de esa silla, la cual estaba al lado de la cama de su mejor amiga. Lizabeth se encontraba acostada de lado, abrazando una almohada, los medicamentos para evitar una infección a causa de la herida en su espalda, la habían hecho caer en un sueño profundo.

La joven que siempre estaba pegada a su hermana de otra madre, aprecio el vendaje que envolvía la espalda de la joven. Los cortes no habían sido graves y eso lo agradece, pero decidieron que ella y Robert se recuperaran un poco, después de todos fueron los que salieron más heridos.

No podía evitar sentirse culpable por las heridas que ahora decoraban la espalda de su amiga, y seguramente dejarían cicatriz que le recordaría toda la vida lo que había pasado. Si tan solo no le tuviera tanto miedo a los cuerpos de agua. Si hubiera saltado por voluntad propia, no la habría tenido que empujar y en estos momentos no estaría herida.

Pero no lo podía evitar.

Igual que Lizabeth no podía evitar su fobia a las arañas.

Escuchó la puerta abrirse y se giró cual perro guardián, encontrando los ojos paternales de Robert. La expresión de Beatriz se suavizó, y sus labios se curvaron en una sonrisa, la cual se empleó al notar lo que el hombre traía en manos, pues era una taza con chocolate tibio, y un pan dulce en la parte de arriba.

Aun podían disfrutar de esos placeres de la vida.

El hombre que ahora era el tutor y figura paternal de ambas, depositó sus posaderas sobre una segunda silla cercana. Apreciando como Lizabeth estaba profundamente dormida, con la manta cubriéndose hasta el cuello. Realmente en esos momentos se notaba tan frágil, pero sabía que podía ser tan letal en una situación amenazante, sabía defenderse y eso lo llenaba de orgullo.

Después de todo él las enseñó a dar los primeros pasos.

—No fue tu culpa—Rompió el silencio, al notar como Beatriz apreciaba a su amiga dormir—Ella te pegara, si te escucha culparte de lo ocurrido.

—Yo no me culpo, tú te culpas—respondió de forma rápida y nerviosa, dándole un trago a su chocolate. Robert negaría con la cabeza ante esa acción, realmente no cambiaba y de cierto modo le recordaba a su mejor amigo. El padre de ella. Beatriz agregó—¿Crees que pueda infectarse?

—Hasta ahora no ha presentado fiebre, y por el tiempo pasado... seguro ya hubiera presentado algún síntoma como convulsiones—Sus ojos se posaron en la ventana sellada con tablones— En serio espero que no se infecte.

—Yo también lo espero.

El silencio reinaba en la habitación, no era uno incomodo, solo uno que se encontraba en ese lugar. De cierto modo a Robert le recordaba esos tiempos en el cuartel, donde estaba con Albert, sentados haciendo guardias o recorrido por cualquier lugar. También recordaba cuando asaltaban el rancho y le echaban la culpa a los nuevos, aquel recuerdo le hizo sonreír.

Aprecio a Beatriz, le asombraba lo mucho que había crecido, pero que a pesar de todo lo que pasaba, seguía conservando esa personalidad animada y divertida. Siendo capaz de bailar cada vez que escapaban de una horda. A diferencia de Lizabeth, que cada vez se veía con la mirada más apagada, a excepción de cuando Beatriz la hacía reír o que Hunter bromeaba con ella.

Tal vez preparándose para lo inevitable.

Pero saber que ambas chicas se apoyaban incondicionalmente, le daba un alivio en el pecho, además no dudaba que Vector era capaz de protegerlas con su vida. Sabía que si en algún momento él llegaba a faltas, se tendrían para apoyar mutuamente.

【✜ Escapando De La Muerte ✜】Donde viven las historias. Descúbrelo ahora