Capítulo 4

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La dejo en visto. Ingrid se acomodo de nuevo en la cama. Prendió el equipo de sonido y se dispuso a leer y escuchar música. Seguía la rutina de belleza

Que le indico la esteticista, para tener el rostro hidratado. No se maquillaba, pues procuraba no salir. Temía que alguien se diera cuenta que ella era una impostora, Hacia ejercicio, salía a correr muy temprana iba al parque, después al gimnasio y de nuevo a su apartamento, corrió con suerte que no la reconocieran, Alexa hacia ejercicio en el gimnasio de la universidad, todo por estar con Ricardo. Por eso en el gimnasio del conjunto no la reconocían. Tenia que mantener su nueva silueta. Con la faja que había usado de yeso, se le reducido la cintura, su abdomen se pego a sus costillas. Su madre le había dicho:

—Hija por Dios, pareces una silueta de seis en punto (se referiría a la forma que marca las manecillas del reloj, cuando indican las seis en punto). Estas en los puros huesos. Virgencita del Carmen apiádate de esta niña.

La semana transcurrió igual, compro por línea una cafetera que, hacia capuchino, quedo maravillada, le gustaba el café en todas sus presentaciones. El sábado fue a donde su nuevo abuelo. Al llegar a la mansión se anunció. El mayordomo le abrió.

—Señora Alexa, bienvenida, don Roberto la esta esperando.

—Buenas tardes, como ha estado. En dónde está mi abuelo... lo dijo bajando la voz, se sentía tan fuera de lugar.

—Señora Alexa esta en el estudio. El  la acompaño.

—A estado aliviado mi abuelo. Todo normal.

—Si señora Alexa todo normal.

El mayordomo noto el cambio, se asombró cuando esta mujer le había dirigido la palabra.

—Hola abuelo como estas lo dijo arrojándose a sus brazos.

—Hola Alexa, como estas, esta si es mi Alexa o me la cambiaron.

—Jaja abuelo, me ves muy gorda, no estoy haciendo dieta, he estado descuidada, no estoy haciendo ejercicio.

—No, te ves muy bien, ahora se te ve feliz. Te luce esa sonrisa lo dijo indicándole la silla para que se sentara.

—Tu dirás abuelo, me dijiste que me necesitabas.

—Si, eso era un pretexto para verte.

—Abuelo tu no necesitas ese pretexto, me llamas y yo corro hacia ti.

Ingrid se abrazo al anciano, tenia un olor delicioso. No conoció a ninguno de sus abuelos. Su padre no tuvo tiempo para abrazos, ni muchas muestras de cariño. Se sintió cómoda así.

En la noche estaba en el apartamento leyendo, ella le gustaba mucho leer, en esta ocasión leía La Niña Alemana de Armando Lucas Correa. Esa era su Hobby. Escucho el sonido de un mensaje.

—¿Alexa, a que estas jugando? ¿Qué necesitas?

Era Alejandro. Miro el mensaje y no entendió. Hizo caras -ahora que te pasa

—No te entiendo. Visite al abuelo, tu me dijiste que fuera. Le escribió

—EL me llamo, me dijo que te tengo descuidada, que vaya a visitarlo, le estuviste dando quejas. Escribió Alejandro

—Nooo, no le dije nada, solo almorzamos, leímos juntos el libro que estoy leyendo tomamos onces. Normal no. El sabe mucho sobre la segunda guerra mundial, sobre Alemania. Escribió Ingrid

—Leyendo, ¡tu leyendo!, ¿te quedaste toda la tarde con el abuelo?, ¿hablando sobre Hitler? ¿Estas enfermas? ¿Te cambiaron la programación?

Se sintió descubierta, se puso nerviosa. El celular timbraba insistente era Alejandro.

—Diablos, me toco contestar. ¡Virgen del agarradero agárrame a mi primero!

Respiro profundo. Tomo su celular presiono la tecla de contestar, coloco su celular en el oído, se quedó muda. Su silencio fue interrumpido por la voz de Alejandro.

—Hola nena, ¿Qué si estas enfermas?.

—No, estoy bien gracias por preocuparte.

Alejandro colgó, algo desconcertado. Definitivamente no era Alexa, el timbre de su voz era diferente, la forma de actuar era diferente. Decidido viajar, quería verla en persona. Esa nueva Alexa lo desconcertaba.

Ingrid llamo a Alexa. No contesto le mando varios mensajes, pero no contesto.

Enci Silva

MARIONETAS DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora