Capítulo 8

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Gerardo saludo a Ingrid, se notaba que no eran muy amigos.

—Hola Alexa como vas.

—Hola, bienvenido. Sigue.

Les sirvió el almuerzo, Gerardo no lo creía, estaba delicioso el almuerzo.

Miro a Alejandro asombrado.

—Delicioso ¿será que los pidió a un restaurante? Lo dijo en tono bajito.

—No, ella los preparo, ya miré el procesador de alimentos y tiene restos de comida. Si están deliciosos.

Ingrid almorzó con ellos. Miro a Gerardo sonriente.

—Alexa te felicito, te quedaron deliciosos. No te conocía esas habilidades de la cocina.

-Gracias, me alegro que te gusten. Estoy aprendiendo a cocinar. Me agrada explorar en este fascinante mundo del gourmet. Uno de los principales placeres es la comida.

—A mí también me agrada, yo también me gusta experimentar con la pastelería.

Alejandro miro a Gerardo y le causo gracia lo que su amigo decía.

—No le creas, a Gerardo se le quema hasta el agua.

Se rieron, Comieron en silencio. Ingrid los observó, a ella no le gustaban los garbanzos, pero comió con ellos. Al terminar de almorzar les ofreció un tinto.

—Les preparo café.

—Si me apetece un café.

—Buena idea, me gusta el café, me encantaría un vinito. Dijo Gerardo.

Alejandro le ofreció un vinito. Alejandro se sentía cómodo en ese ambiente familiar.

La señora Azucena abrió una cafetería en el primer piso de su casa, allí aprovecho el garaje no tenían auto, hizo empanadas, buñuelos, pasteles de yuca, de papa, tortas de zanahoria, adecuo mesas y sillas refrigeradores, grecas, dos bafles para colocar música, se registró en la cámara de comercio y Dian. Su hijo Luis le ayudaba los fines de semana. Tenía su propio horario, ella era muy dedicada, trabajo esperanzada en que, con ese nuevo negocio, Luis tuviera un mejor futuro. Ingrid le había dejado su numero de celular para que la llamara si tenía problemas.

La señora Azucena les rezaba a todos sus santos a diario por su hija.

—Dios ayúdale, Virgencita del Carmen protégemela con tu santo manto, virgencita del Perpetuo Socorro, protégeme que me refugio en ti.

Ingrid continuaba con la programación de la buena esposa. Alejandro le encantaba el ritmo que había tomado su matrimonio. Tenia una esposa amorosa, lo consentía, se desvivía por él. No discutían, todo era armonía, se comprendían en la cama, tenían un buen sexo.

Le encantaba verla leyendo acostada en la cama, con su pijamita puesta, fresquita, siempre se bañaba para dormir, le quitaba su libro, las gafas y la tomaba por su frágil cintura, la besaba hasta hacerla suspirar. Le quitaba su bata de dormir, le gustaba sentirla desnuda encima de su cuerpo. La amaba, la deseaba, la besaba, sus labios eran tan suaves, carnosos, le encantaba tomar su lengua y besarla hasta hacerla gemir después le metía la suya para que ella también la tomara con sus labios y lo hiciera gemir de deseo, Los dos se acoplaban muy bien, sus cuerpos, sus caricias, se sentía complacido en todo, si la quería tomar brusco ella no se quejaba, si quería sexo oral, ella lo complacía, siempre estaba dispuesta. A veces se despertaba a la media noche con su pene erecto y la buscaba ella se despertaba y solo se dejaba amar. Era muy complaciente en todo, Estaba en una completa luna de miel.

No sabía desde cuando Alexa utilizaba gafas, pero esta le daban una elegancia, le encantaba hablar con ella, podía discutir de cualquier tema. Le encantaba como cocinaba. Como mantenía todo en orden, se preocupaba de su ropa de sus objetos personales. En la mañana Estaban desayunando,

—Linda quiero que me acompañes a almorzar, hoy enaguaran un restaurante de comida oriental.

—Bueno, acepto.

—Yo envió al chofer por ti.

Alejandro salió para su oficina, Ingrid se dedico a prepararse para ir al restaurante. Eligio un vestido, joyas, zapatos y cartera. El chofer llego por ella cerca del mediodía. Llegaron al restaurante. Un joven le abrió la puerta del carro y la ayudo a bajar, ella camino segura hacia la entrada acompañada del chofer. La llevo hacia la mesa donde la esperaba Alejandro, Gerardo y dos hombres de la misma edad de Alejandro.

—Hola Alexa, como estas de hermosa le dijo uno de ellos saludándola muy efusivamente.

Alejandro se levantó y le ofreció una silla cerca de él. Llego el mesero ordenaron. De pronto Alexa sintió una mano sobre sus rodillas, sintió como acariciaron sus rodillas. No era Alejandro, la tenía las dos manos puestas encima de la mesa. Se dio cuenta que era el caballero que la saludo tan efusivamente. Retiro bruscamente, su mano de sus rodillas. Se sentía incomoda. Terminaron de almorzar.

—Esposito gracias por la invitación muy rico el almuerzo. Me retiro los dejo, gracias a todos por su compañía.

—Te acompaño le dijo Bruno así se llamaba el joven atrevido que le acaricio sus rodillas.

—No, no es necesario. Quiero ir sola.

Ingrid sintió que Bruno le puso uno de sus pies encima de su pie derecho. Lo retiro bruscamente. Que se traía este tipo, la desconcertada.

—Jaime acompaña a mi esposita a hacer compras, luego la llevas a al apartamento le ordeno Alejandro a su chofer.

Enci Silva

MARIONETAS DEL DESTINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora