Capítulo 16: 70 días

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¿No les pasa que hay épocas en las que alguien del pasado aparece reiteradas veces?, en sueños, personalmente, en recuerdos. Alguien a quien no veías hace mucho tiempo y de repente, todo parece conspirar para encontrártelo, o para recordarlo. Vuelve en forma de canción compartida, en un olor, en un sonido.

Desde el 9 de marzo en que Lali firmó la pericia psicológica de Diego Gauna hasta esa tarde del 28 de mayo, el destino había tejido una maravillosa red de encuentros entre ella y Peter, que terminaron con besos, abrazos y caricias ese jueves lluvioso. Pero que también terminó con una despedida.

78 días en los que hubo muchos encuentros, disculpas, insultos, pases de facturas, besos, roces, odios, lamidas, jadeos, deseos, erecciones, desprecios, ternura, descubrimientos, caricias, agravios, disculpas, una despedida y abrazos.

Desde ese 28 de mayo en que Peter salió casi despavorido del edificio de Avenida Santa Fé, la vida siguió para ambos. Pero ya no fué igual a lo que había sido antes de ese momento en el que se abrazaron el cuerpo y el alma.

Dos meses y medio después de esa tarde, el titiritero del destino que une a Lali y Peter se había tomado un descanso.

Quizá agotado de tanta energía contenida y liberada en un mismo día, decidió en forma unánime no propiciar ningún encuentro más. Ni planeado, ni casual.

Y así pasaron otros 70 días... dos meses y 10 dias después de esa tarde Lali visita la consulta de su terapeuta.

En esos dos meses y poco más participó de 6 hurtos, dos de ellos con altas posibilidades de que la descubran.

Un monedero en forma de unicornio en una tienda de "TODO MODA" que terminó regalándole a Violeta, un par de guantes en una casa de carteras, un desodorante en el supermercado, un perfume carísimo en la perfumería de Falabella, la calculadora emparchada con cinta adhesiva del empleado del banco, y una caja de preservativos que le arrebató al chino del súper cuando descuidó la caja y se fue detrás a pesarle el pan.

Nunca le había ocurrido con una frecuencia tan alta.

- Mariana... quizá tenemos que empezar a probar con ansiolíticos... sólo para que bajes la aceleración que tenés... podes empezar a tomarlos después del almuerzo... ya que aparentemente la hora más recurrente de tu trastorno es cuando dejás de estar ocupada, cuando salís del trabajo.

- No quiero medicarme Vero... necesito controlarlo sin meterme esas mierdas.

- "Esas mierdas", como vos decís van a actuar sobre esa parte del cerebro que se dispara cuando no controlas tu ansiedad.

- Necesito hacer actividades... no sé cambiar de vida... algo, que me mantenga ocupada. Pero ya hago mil cosas Vero, la cabeza me va a explotar.

Lali comienza a llorar con una angustia, que a Verónica la hace levantarse de su butaca y acuclillarse a su lado para consolarla.

- Tranquila Marian... vamos a encontrar una solución...pero no me parece mal que repases algunos aspectos de tu vida que quizá no están funcionando y por eso descargás allí toda tu frustración.

- ¿Qué tal con Santiago?... ¿volvió a plantearte lo de instalarse en Buenos Aires? – Lali trata de recomponerse, se limpia los ojos y la nariz con unos pañuelitos que le tiende Verónica y toma aire entre los sollozos y la congoja.

- No... siempre quiere planteármelo, pero sabe lo que pienso al respecto... creo que Santiago ya no es un problema que me genere ansiedad o frustración, lo manejo a mi antojo, y por eso no es un obstáculo...

- ¿Y Dante?

- Dante es un oasis... pero es contradictorio lo que estoy atravesando con él... es mi calma, pero también su calma me genera ansiedad. Verlo tan tranquilo, tan despreocupado por mi situación... de correr de cama en cama, que creo que ya la relación cambió.

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