Lali
En ese momento sentí ganas de empezar a llorar frente a todos. Fue la primera sensación que tuve, y si no lo hice fue porque las enseñanzas del nefasto de mi padre, en cuanto a reprimir lo que sentía, seguían latentes en mí.
Tampoco pregunté nada. A nadie. Aunque veía la expresión de pena de mi cuñado, mi hermana y mi mamá, como si mi cara tuviese un cartel luminoso que dijera. "POBRE BOLUDA". La única que no expresaba pena, era Violeta, seguramente porque no sabía leer el cartel, todavía.
Si me hubiesen ganado los sentimientos, frente a lo que correspondía, me hubiera levantado de la mesa, y me hubiese ido a meter a un shopping a robar cuanto objeto se me pusiese a tiro. Mi deseo de llevarme algo que me perteneciera sin dar nada a cambio, y sin que me juzguen era inminente.
Pero traté de autocontrolarme como siempre me aconseja mi terapeuta y en ese microsegundo de pensar con racionalidad, entendí que eso era lo mejor para él.
Lo que no me cerraba era porque no me lo dijo, estando solos. Porque esperó a estar en medio de un almuerzo familiar para dejarme pintada al óleo frente a mis parientes, que tampoco entendían nada.
Y como siempre hacía en estos casos en que tenía que dominar una situación personal, en la que los sentimientos me excedían, recurrí a lo que mejor sé hacer, y a lo único en lo que me muevo con seguridad. Mi profesión.
Entonces me armé de valor, tragué mis lágrimas como hice durante muchos años de mi vida cuando mi padre me amenazaba con darme un golpe, si no mostraba fortaleza, y deshice el empaste de dolor que me obstruía la garganta para expresar con la mayor naturalidad que pude juntar, un argumento lógico que me permitiera salir airosa de ese momento doloroso y vergonzoso.
- ¡No me habías dicho nada Peter!... ¡Qué bueno! ¡Me alegra mucho por vos!...de verdad... ¿Mami, el tío Ernesto no tiene a alguien en Bariloche que trabaja en la universidad?
- No lo sé hija... se debe haber jubilado ese hombre...
Peter me miraba sabiendo que por dentro me estaba deshaciendo. Todos dejamos de comer, hasta Violeta, bueno, ella lo hizo porque se fue a jugar con sus nuevos collares que le había regalado su nuevo amigo Pitty... ese que ahora también la abandonaría, como a mí.
Andrés fue el más lúcido de todos, porque fue quien le dio charla a Peter, mientras Candela y yo levantábamos la mesa y mamá se quedaba con Violeta.
Creo que fué una jugada magistral de mi madre para que fuera Cande quien me contuviera y no ella, ni bien nos quedáramos solas en la cocina.
- ¿Vos sabías algo de esto? ¿O te acabas de desayunar como todos? – Pero no pude responderle porque me largué a llorar como una criatura de 4 años, en una escena muy bizarra, con los guantes verdes de látex puestos, y las manos hundidas en la pileta llena de agua y platos, tan absorta estaba en mi llanto que casi se desborda la pileta sin que, Candela o yo, nos diésemos cuenta.
Ella me abrazó y me arrulló como si fuese su bebé, mientras yo lloraba sin consuelo parada frente a la pila de platos.
- ¡Olvidate de este flaco Lali!... sos una mina que podría tener a cualquier tipo babeando por vos... y te venís a enganchar con este t...- iba a decir "tarado", pero se contuvo y lo cambió por "tipo"- qué es más inconstante que nuestro riesgo país.
- ¡Vienen jugando al gato y al ratón desde que tienen 15 años boluda! ¡BASTA!
- ¡Ahora es distinto Candela!
- ¿Distinto qué? ¿Distinto?... sigue teniéndote como quiere, ¡con los nervios de punta! Por lo único que es distinto, es porque tienen 30 años boluda... ¡Basta de darle cabida!
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Vidas Robadas
Fiksi PenggemarNada es lo que parece. Nadie es lo que parece. Detrás del personaje del que nos vestimos para salir cada día a la escena de nuestra vida, se esconden miles de facetas, cientos de miserias, docenas de prejuicios y otras tantas frustraciones, que tapa...