El domingo que iba a ser un espacio de distensión y placidez, se convirtió en un infierno.
Llantos, nervios, golpes, corridas, gritos. La gente de seguridad del club vino a ver qué pasaba, y por no contar lo que realmente había ocurrido, tuvieron que decir que la discusión fue por fútbol y huir lo más pronto que se pudiera.
Andrés estaba tan desencajado que ni siquiera pudo manejar de vuelta. Candela y él volvieron con Violeta a casa, en el auto de su papá.
Lali y Eugenia recogieron cómo pudieron las cosas del almuerzo y las metieron en el baúl del auto con el consiguiente desastre que eso implicó.
- Eugenia... andate vos con Blanca y Rufina y yo voy a llevar a mis viejos.
A partir de ese momento la semana de Lali sería como deambular por una especie de carrera infinita de rápidos y furiosos, con muchas cosas que resolver y muchas decisiones que tomar.
La residencia que había encontrado para su padre, todavía no podía recibirlo, porque no tenían cupo, y tampoco le daban la certeza de sí podrían tenerlo en el corto plazo. Ella empezó a buscar otros lugares por internet, pero ninguno le convencía por la distancia a su casa.
Aunque dados los acontecimientos... dudaba mucho que alguno de los miembros de la familia quisiera visitarlo con frecuencia.
También el mismo lunes a la mañana, aunque estaba ocupada desde temprano con una pericia en el penal de Ezeiza, llamó a una ex compañera psicopedagoga, para que empezara a trabajar inmediatamente con Violeta.
Nadie creía que ese hecho se hubiese repetido anteriormente, pero a todos les preocupaba intuirlo. Lo más importante era establecer qué impresión hubiese tenido la criatura de ese episodio, y tratar de acercarlo lo mejor posible a algo olvidable, para que no se transforme en un trauma.
No era sólo trabajo de la psicopedagoga, también iba a ser una tarea de los padres estar atentos a lo que comentaba, dibujaba o a los juegos que hacía en el futuro y de algún modo ver cómo referenciaba y asociaba a su abuelo.
Ese domingo del terror, Lali dejó a sus padres en su casa, bajó la comida del baúl, lo que pudo rescatar, y después de dejarlos instalados allí, quiso huir como siempre de su casa.
La pena más grande siempre era por su madre... el camino hasta llevar el auto al lavadero, se lo pasó llorando. Y hasta se quedó dentro mientras las máquinas escupían jabón y agua a chorros agarrada al asiento casi sufriendo claustrofobia, pero enfrascada en un sitio donde se mantenía abstraída de todo lo malo del exterior.
Las lágrimas le caían en cascada como el agua por los cristales de las ventanillas. Y su angustia por la realidad de Mercedes la carcomía. Se preguntaba que podría definir que alguien tuviese una vida tan desgraciada al lado de un tipo tan cruel.
A esta altura de los acontecimientos, ni Lali ni ninguno de sus familiares, ya escudaba los actos de su padre en la enfermedad que atravesaba. Siempre fue un ser despreciable, y no veía porque ahora iba a dejar de serlo por su Alzheimer.
Eduardo Espósito, no sólo era un tipo condenable ahora estando enfermo. Había sido un ser inmundo antes también, cuando su conciencia gozaba de plenas facultades.
Los empleados le pidieron que se bajara para aspirar el auto por dentro, y ella aprovechó para ir a tomar un café al drugstore del lavadero.
En ese momento hizo algo que no había hecho antes, ningún otro domingo, escribirle a Peter para que la acompañe. Se sentía tan desbordada y temerosa que necesitaba que él la abrace.
Su protección, su silencio, un poco de su calma exterior aunque su cabeza también fuera un nido de ratas.
Esa tarde de domingo, Peter hubiese querido hacer un plan diferente al que hacía siempre. Quizá encontrarse con ella, ir a pasear, tirarse en el pasto de alguna plaza, comprarle unos aritos en una feria de artesanías, y si su imaginación volaba aún más, tal vez caminar de la mano juntos. Algo que Peter no había hecho jamás en su vida con nadie.
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Vidas Robadas
FanfictionNada es lo que parece. Nadie es lo que parece. Detrás del personaje del que nos vestimos para salir cada día a la escena de nuestra vida, se esconden miles de facetas, cientos de miserias, docenas de prejuicios y otras tantas frustraciones, que tapa...