🤍Capítulo 17/ Corazones de tiza /

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🤍BARCELONA, MARZO 2020...

Desde aquel catorce de febrero, es decir hace un mes y un par de días, que el dibujo de un corazón me recibe cada mañana en el aula. Eso me tiene un poco hasta los ovarios, aunque debo admitir que en ciertos momentos me agrada, claro está que es solo hasta que recuerdo que me encuentro en la universidad.

Me gustaría que las pocas semanas que quedan para que acabe el semestre pasen rápidamente, no pensé que me sentiría así de abrumada y desanimada en el primer año de mi primer trabajo soñado. Cada día que pasa es cada vez más aburrido todo esto...

No sé si a los demás les pasa que cuando quieren llegar tarde a alguna parte como por arte de magia despiertas aún antes de que suene tu alarma... Eso es lo que hoy me ocurrió, quería llegar tarde a la universidad porque sinceramente ya no me agrada estar frente a mi clase de cálculo del día miércoles. Sí, en esa en la que está Felipe. Pero desperté exactamente una hora con quince minutos antes de que mi bendita alarma sonara, jodido, lo sé.

No soy de las que suele llegar tarde a un lugar, pero creo que jamás había llegado tan temprano a ningún lugar. Es interesante lo que puedes ver en una universidad a las siete con veinte minutos de la mañana, y eso es... Absolutamente nada.

Decidí dirigirme a la cafetería donde trabajé por años, sé que es demasiado temprano pero estoy segura que me darán algo para despertar y no morir en el intento de hacer mi clase.

A las ocho de la mañana, camino hacia el aula a paso lento, muy, muy lento... En la mano derecha llevo mi bolso y en la izquierda el bolso con la laptop.

El sonido que hacen mis zapatos de tacón por el pasillo es desagradablemente alto, los alumnos que se encuentran en el pasillo están en modo zombie, hablan muy bajo y es inevitable que observen hacia el lugar del ruido desagradable, es decir, yo. Esto es incómodo... Pero aún más incómodo es lo que ven mis ojos en este momento. No sé exactamente si incómodo es la palabra correcta para esta situación... El punto de todo esto es que frente al pizarrón, dándome la espalda se encontraba un chico dibujando ese maldito corazón que veo cada mañana.

Esa sudadera es inconfundible y aunque se encuentra usando el gorro de esta, yo puedo saber que debajo se encuentra el cabello castaño ondulado de él.

Al oír el desagradable sonido de mis desagradables zapatos, él voltea lentamente. Yo no tengo ni la más mínima idea de qué hacer en este momento, creo que ni siquiera estoy respirando.

—Hey... —sonrisa arrazadora de su parte es igual a piernas temblando de mi parte.

Se fuerte Cristina, se fuerte.

No demuestres lo que te hace sentir, solo ignoralo, solo debes ser una maldita perra. Es por él, lo haces por él...

—Ya basta, deja de hacer esos jodidos corazones. Ya está, basta, se acabó. —sueno más dura de lo que pretendo, como una real perra.

Su linda sonrisita arrazadora desaparece en un segundo para convertirse en una mueca repleta de decepción y tristeza. Pero muy rápidamente quita esa mueca para reemplazarla por un ceño fruncido, segundos después la mueca altanera que utiliza para mirar a todos los que no son sus amigos o cercanos aparece. Duele, duele como el infierno. Nunca antes me había mirado así...

—Ya. Jodete, te comportas como una maldita perra... —gruñó, haciéndome sangrar el corazón.

Lo sé, sé que estoy siendo como una maldita perra. Pero no era necesario que me lo dijera, menos de esa manera. Idiota.

—Más respeto Rodríguez, soy tu maestra. No lo olvides —y entonces lo siento, siento esa opresión en el pecho, el nudo en la garganta y el pequeño temblor en las piernas—. Así que por favor, señor Rodríguez, tomé asiento y prepárese para la clase.

🤍Corazón de tiza🤍 [CONTENIDO ADULTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora