Ya faltaban dos días para el cumpleaños de Mateo, y claro que Manuel lo quería sorprender, quería darle algo que fuese muy especial, pero no se le ocurría nada. En eso escuchó a Mateo llamándolo.
--¡Nanu, nanu!-. Gritaba desde la otra habitación.
-Ya voy, ya voy, no tienes porque gritar Teo-.
Entró y se sentó a su lado.
--¿Por qué me llamaste bebé?-. Preguntó en un tono suave.
--¿Puedes hacerme un sándwich por favor?-. Hizo ojitos de cachorro.
--Pero creo que ya no hay pan, tendré que ir a comprar más, ¿Me esperas aquí o quieres ir conmigo?-.
--Aquí te espero, no te tardes mucho-.
--Si, no me tardaré nada-.
Manuel salió y cuando iba caminando vió a un niño jugando con un cachorrito, se le vino a la mente Mateo, eso es, le regalaría un perrito. Sabía que Mateo amaba los animales pero nunca habían tenido uno porque la casa que tenían ahora no era tan grande, pero tal vez un perro chiquito si podían tener.
Regresó de comprar y entró a la casa, se encontró con Mateo mirando televisión, se veía demasiado tierno, estaba sentado en el sillón con las piernas cruzadas, sostenía un peluche de dinosaurio y obviamente tenía un chupete azul celeste.
--Ya regrese Teo-. Dijo captando su atención, ya que desde que entró, Mateo no se había dado cuenta de su presencia.
--Mira nanu-. Apunto a la tele--Es Peppa-. Sonrío
--Si corazón, bueno, ahora espera que te preparo el sándwich, ¿Ok?-. Mateo asintió.
Los dos estuvieron comiendo y viendo televisión hasta que Mateo se durmió, Manuel aprovecharía ese momento para buscar al perrito.
Busco en páginas de internet donde los dieran en adopción, prefería adoptar a comprar.
Estubo ahí unas dos horas hasta que vió un pequeño cachorrito Pomerania, al instante en qué lo miro, se enamoró.
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