La aurora esclarecía enseñando los diferentes colores con los que empezaba un nuevo día... La luz entraba sutilmente por la cortina beige tocando con delicadeza el lecho donde la pareja se encontraba descansando plácidamente después de un trayecto tan grande... Finalmente estaban en su destino, aguardando un par de días en el pequeño pueblo que habían encontrado, algo de civilización por fin después de meses de viaje. Podían empezar de nuevo en un lugar completamente diferente, un ambiente tal vez más tranquilo y menos hostil que Arendelle para poder estar juntos sin ningún tipo de impedimento, sin que nadie se interponga en su amor...
Un suspiro se escapaba de su nariz, la noche había sido más que especial... El calor abrazador los había hecho separarse un poco de ese abrazo que cada noche compartían al dormir, abrió lentamente adaptando sus ojos verdes a la luz que empezaba a entrar gentilmente a la habitación, mientras no muy lejos de ellos un par de pajarillos canturreaban. Sentía el cuerpo tan pesado, acompañado de una leve ligereza que le había producido el buen descanso que habían tenido, y es que dormir en el suelo a la intemperie a dormir en una cama matrimonial cómoda y amplia era completamente diferente. Observó la habitación recorriendola lentamente, la llama de los candiles se había extinto dejando en penumbras el lugar, se removió un poco en la cama sin sentir ese cuerpo menudo que solía abrazarlo invadiendo agradablemente su espacio. Observó la delicada seda que elegantemente unía los cuatro postes que adornaban las esquinas de la cama, tragó un poco de saliva y despacio empezó con su brazo a buscar a la platinada, giró recostado en la suave almohada su cabeza hacía su lado izquierdo para encontrarse con esa imagen que de inmediato lo hizo sonreír... Ahí junto a él se encontraba ella recostada boca abajo durmiendo tranquilamente, su espalda totalmente descubierta dejando ver su piel blanca, sin ningún tipo de pudor... Su cabello suelto adornaba con mechones sus brazos colocados cuidadosamente sobre la almohada, nunca la había visto dormir de esa forma, tan relajada, tan desinhibida, tan libre... Recorrió con la mirada ese fascinante cuerpo sin querer tocarlo para no despertarla, se giró hacía ella evitando a toda costa hacer el mínimo ruido y evitando sacudir abrupta mente la cama, una vez más recorrió con sus ojos verdes esa delicada figura, tan suave y tan inmaculada, observó con atención la forma en la que subía y bajaba su espalda siguiendo el compás de su tranquila y serena respiración...Esa forma tan delicada y sensual en la que la delicada sábana la cubría desde sus caderas hacía abajo enrollándose en sus muslos como si de una enredadera se tratara, lucía tan perfecta, el tono blanco de la sábana contrastaba con su piel de una forma más que perfecta, sonrió una vez más al ver lo afortunado que era, la suerte que había tenido al ser enviado de vuelta a Arendelle a pagar su condena... -¿Que hubiera pasado si la hubiese conocido primero a ella y no a Anna?- Era una de esas preguntas que muchas veces se hacía... Muy seguramente todo habría sido diferente. Con mucho cuidado acarició la espalda de ella, prestando mucha atención de no despertarla, ni se inmutó... El compás de su tranquila respiración confirmaba que seguía y que muy seguramente seguiría así por un rato más, se acomodó una vez más sobre su espalda dejando la caricia que le ofrecía a ella de una forma suave como no queriendo dejar esa piel fría y suave que le fascinaba. Observó una vez más todo el lugar hasta finalmente levantarse para empezar un nuevo día.
Como era costumbre desde niño se dispuso a ejercitarse... Entró al baño, lavó su rostro con agua fría y salió de la habitación evitando hacer el menor ruido posible, atravesó el pasillo de la posada para empezar a bajar las escaleras y salir de ahí. Empezó como cada mañana cuando era parte de la marina de Las islas del sur su entrenamiento físico. Empezó a trotar sin conocer un rumbo fijo, un lugar completamente nuevo para recorrer y disfrutar momentáneamente mientras se ejercitaba, ver las pequeñas casas de los habitantes, los diferentes puestos de comida que empezaban a tan tempranas horas de la mañana a trabajar, observó con atención como los lugareños comenzaban su día, recorrió el pequeño poblado observando sin descuidar su actividad física, como cada familia empezaba un nuevo día, vio pasar a una mujer con sus dos hijas pequeñas caminar rumbo al mercado, vio a un padre y a su hijo llevar los víveres para proveerse, observó como un par de niños llegaban a jugar frente a lo que parecía ser una capilla, siguió trotando hasta llegar a un bosque que no quedaba muy lejos de ahí, comenzó un entrenamiento más fuerte, unas sentadillas, seguidas de flexiones de pecho, caminó por el bosque un poco hasta encontrar un árbol lo suficientemente grande, que tuviera ramas que pudieran resistir su peso para hacer ejercicio de brazos, pectorales y abdomen... Le encantaba la tranquilidad y el calor del lugar, era un lugar ideal para ejercitarse.