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Dejada atrás la ansiedad el hambre retornó con creces, la cena que preparó Sam fue una de las más deliciosas que recuerdo.

Al día siguiente nos vestimos acordes para lo que sería nuestro primer día laboral. Jamás pensé que nuestro primer trabajo nada tendría que ver con nuestras carreras, sería en otro continente, con otro idioma y menos que trabajaríamos juntos. Así como tampoco creí poder ver a Sam más hermosa de lo que ya era.

- Cómo me veo.? –preguntó al girar vestida con un elegante y formal traje, pelo prolijamente recogido y sutilmente maquillada.

- ….!

- Supongo que tu silencio y rostro dicen “Genial.!”

- Genial.?! Genial es nada, no hay palabras, eres… una belleza indescriptible.

- Gracias. –respondió sonrojada.- Tú tampoco estás mal, nunca pensé que te vería de traje.

- Psé… No te acostumbres, siento que me están ahorcando.! –dije al tirar del nudo de mi corbata.

- Vamos, no queremos llegar tarde el primer día.

Los laboratorios Egmont eran enormes, nunca habíamos estado en un edificio de semejantes proporciones. Ocupaban casi una manzana entera y la seguridad era inmensa, solo existían dos formas de entrar o salir: por la parte de cargas detrás del edificio o por el frente que pese a sus proporciones tenía una sola puerta giratoria flanqueada por inmensos cristales. Cualquiera podía atravesar dicha puerta pero solo avanzaría unos metros hasta encontrarse con la recepción a la derecha y una decena de molinetes activados por tarjetas de proximidad que cortan el paso al hall central. Los guardias estaban por todos lados, algunos de celeste con radios y macanas, otros de traje negro con los clásicos auriculares blancos apenas perceptibles similares al servicio secreto. Sin duda estos últimos estaban armados.

- Buenos días, tenemos cita con Emily Addler. –anuncié a la recepcionista.

- Sus nombres.?

- Fran… Auch.! –exclamé al sentir el codazo de Sam en mis costillas.- Perdón, Derek y Samantha Geist.

- Bien, tomen estas credenciales y suban hasta el tercer piso. Al fondo del pasillo está la oficina de personal. La señorita Addler los estará esperando.

- Gracias.

Atravesamos los molinetes bajo la mirada atenta de los guardias, pude distinguir cámaras de seguridad en todos los ángulos, también en el ascensor.

Todo era impecable, daba la impresión de que si tirabas un papel probablemente fuera lo último que harías en ese lugar. Los pasillos eran pintorescos pero a la vez de aspecto frío, corporativo. Pequeñas placas a la altura exacta, como todo allí, indicaban la persona o personas a quienes pertenecía dicha oficina.

- Señor Geist, señora Geist, por favor tomen asiento. Desean beber algo.? –preguntó Emily tras estrechar nuestras manos en forma fuerte y decidida.

- No, gracias. –respondí cortésmente.

- Bien. Bienvenidos a los laboratorios Egmont, aunque su empleo sea temporario deben saber que muchas veces decidimos quedarnos con aquellos que superen nuestras expectativas, como tal vez llegue a ser el caso de ustedes.

- Sería un placer.

- Tengo entendido que contrajeron matrimonio hace poco tiempo.

- Aproximadamente un año, sí. Conocí a mi esposa cuando estaba viajando por otro continente y bueno, ya sabe como son estas cosas.

- Ajá. Y qué los trajo a Alemania, a Egmont precisamente.?

- Bueno, un amigo tiene una casa aquí que tuvo al gentileza de prestarnos y creí que habría más oportunidades de trabajo para nosotros. Dio la casualidad que ustedes buscaban dos personas y aquí estamos.

Crónicas de las sombras (Saga Ayden, parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora