XXVII

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No existían los días. Tampoco las noches. No había tiempo, o al menos no tenía noción de él. Todo era una constante y permanente tortura física y emocional. Cuando creía que al fin la muerte me llevaría, la oscuridad no hacía más que repetirme sarcásticamente “Eres un idiota, no entiendes el concepto del alma inmortal.” Y todo volvía a empezar.

Perdí la cuenta de la cantidad de veces que vi morir a Sam, que sostuve su cuerpo inerte en mis brazos sin poder hacer nada o peor aún: por algún retorcido motivo era yo quien la mataba sin poder evitarlo.

Participé en decenas de batallas en las que todos morían excepto yo, y muchas de esas derrotas eran por mi culpa. No podía distinguir realidad de fantasía, mi parte racional estaba completamente dominada por el ente que me tenía como huésped en este infierno, mi infierno.

El único indicio que me permitía reconocer que seguía en ese endemoniado lugar era la carencia total de mis poderes. No dejaba de pensar que de un momento a otro Anne y el resto vendrían por mí, que escucharía la voz de Sam guiándome o vería los ojos fulgurantes de Ayden dándome una pista en medio de la nada.

- No crees que es tiempo de rendirte.? Cuánto más podrás soportar.? –preguntó la sombra parada a mi lado mientras yo yacía ensangrentado en el suelo con un brazo colgando apenas de un hilo de carne.

- ..ja.. más… -titubeé preso del más indescriptible dolor.

- No puedes ser tan estúpido como para creer que después de todo este tiempo aún vendrán a buscarte.! Acaso eres tan idiota.?

- Un… amigo… suele…. recordármelo…

- Por más divertido que sea esto, al menos para mí, no estamos llegando a ningún lado. –protestó.

Segundos después estábamos sentados en el viejo departamento de los Allen, en el que ahora vivían Ayden y Sam. Nuevamente mi cuerpo había sido sanado aunque mi mente recordaba vivamente el dolor.

- Supongo que reconoces el lugar.

- Tú crees.? –bufé.

- Mira.. allí hay una foto de tu cariñito… aunque no es contigo con quien está… No es Owen a quién está besando.?

Miré de inmediato el cuadro al que hacía referencia. Owen y Sam estaban besándose mientras Erik, Ayden y el resto sonreían contentos. La fecha de la foto indicaba tres meses luego de mi partida. Era posible acaso que me hubieran olvidado.? Y la batalla final que se aproximaba.? Tuvo lugar o nunca existió.? Solo tres meses le llevó a Sam cambiarme por Owen.? Era imposible, en este o cualquier mundo.

- Tus juegos mentales tienen un límite… -reí tratando de disimular lo mejor posible los celos y la depresión que me dominaban.

- No es ningún juego. Míralos… hacen mejor pareja que tú y ella.

- Tú y la basura también hacen una excelente pareja, sin embargo ni ella te quiere. Quizás porque eres escoria…. pero no desesperes, tal vez evoluciones en vómito y así al menos le des asco.

- Creo que necesitas otra sesión de amigable y exquisita tortura.

- Por qué no… ya me estoy aburriendo y me resultas patético.

Sentí un gran impacto en el rostro, varios de mis dientes salieron despedidos de mi boca acompañados de un borbotón de sangre. El crac de mi mandíbula al quebrarse fue alto y claro.

Estaba tirado en el pasto, la luna era la única luz visible. Los brillantes ojos rojos de mi torturador estaban a pocos metros, expectantes, curiosos.

- Hmmm… es probable que sea mi culpa… no estoy dando con el incentivo apropiado.

- Zi duvieras cara de la zcupiría.! –exclamé como pude.

Crónicas de las sombras (Saga Ayden, parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora