XXXI

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Las luces en la casa se distinguían a la distancia. Primero como luciérnagas en el horizonte, luego como pequeños faros ingrávidos.

El auto se bamboleaba hacia todos lados copiando el accidentado camino de tierra que nos conducía a la cerca principal y daba entrada al sendero interno. Sin bajar del auto abrí la cerca y la cerré tras haber pasado.

Las siluetas a contraluz cada vez más grandes se acercaban lentamente, curiosas en principio, presurosas luego, desafiantes al final.

Cansados y heridos bajamos del auto y antes de que alguien pudiera decir nada Ayden y Sam se aproximaron solicitando ayuda para entrar a Ethan y Eric. Ambos desaparecieron rodeados por todos al entrar, excepto Sam que permaneció a mi lado.

- Estás bien.? –preguntó con voz queda.

- Si, algo magullado pero entero. –respondí al abrazarla.

- Son tres grandes idiotas con tendencias suicidas. –afirmó al estrecharme más fuerte sabiendo sin duda el dolor que me causaba al presionar mi maltratado cuerpo.

- Sep. Pero aún así me amas. –sonreí.

- “El que quiera matarte no significa que no me preocupe por ti.”

- Creo que esa chica es una mala influencia…

Al entrar encontramos a Eric recibiendo los últimos cuidados por parte de Ayden. Su aspecto era ya saludable y vital. Ethan, por otro lado, se negó esta vez a recibir la ayuda de Ayden. Dijo que él mismo se ocuparía de sus heridas como parte de la penitencia por arrastrarnos a tan loca pero exitosa misión. Quizás en verdad sintiera culpa, aunque no la tuviera pues fue nuestra elección el seguirlo, o tal vez era un simple acto para caerle en gracia al resto. Aún así, Sophie no apartaba la vista de él, y él de ella y su arma sobre la cual tamborilleaba algunos dedos.

Anne fue quién le quitó con cuidado la chaqueta y la camisa sin preguntar y aplicó una compresa sobre su herida. Los ojos de él enrojecieron iluminados un instante al sentir el contacto punzante del  desinfectante. “Ya. Con eso basta.”, concluyó Anne al cubrirlo nuevamente con la camisa rota y ensangrentada. Sophie y él cruzaron una mirada y finalmente sus dedos se alejaron del arma y se aproximó.

- Creo que ya es tiempo de dar explicaciones, extensas explicaciones, antes que tú y estos genios decidan tener más ideas brillantes. –sentenció ella.

- Tienes razón. –respondió.

Tomamos asiento en la mesa, bastante parecida a la de los Allen, dejándolo a él en la cabecera, Sophie a su derecha y Anne a la izquierda.

- Sam, esta vez te dejaré entrar en mis pensamientos para que veas que no miento. Pero será la única vez. –dijo Ethan al mirarla.

- Entiendo, lo haré.

- Muy bien, qué quieren saber.?

- Todo.! –exclamó Sophie- Con lujo de detalles.!

- Por dónde empiezo… -suspiró al rascarse la nuca. Anne sujetó su mano, gesto que no escapó a la mirada atenta de Sophie.

- Por el principio: de dónde vienes y qué son ustedes realmente, porque no me trago el rollo de que ella sea tu prima.

- Tienes razón. Pero no les va a gustar y no va a ser sencillo de digerir o entender.

- Estamos más que acostumbrados a lo extraño, créeme. –afirmé.

- Conozco a todos ustedes desde hace mucho tiempo. Desde los inicios, para ser exacto. Y no siempre estuve de su lado.

Crónicas de las sombras (Saga Ayden, parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora