XVI

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Cuando abrí los ojos todo lo que podía ver a mi alrededor eran árboles. Los tumbos del auto fueron quienes me despertaron abruptamente esa soleada mañana. No había otro ruido salvo el del camino y la rítmica respiración de Sam, la única  que aún dormía.  Observé a Erik y éste entendió mi pregunta no formulada de “Dónde estamos.?” al responder levantando y bajando sus hombros en un claro gesto de “Ni idea.” Lo más curioso era que a ninguno parecía preocuparnos o incomodarnos el hecho de ignorar nuestro paradero.

Casi media hora después, y cerca de cinco horas desde el inicio de la travesía, arribamos a una vieja casa abandonada en la mitad de ninguna parte. Mi padre estacionó el auto ocultándolo en una arboleda detrás de la casa y descendió con mi madre adentrándose en la vivienda, olvidándose de nosotros como si indudablemente fuéramos a seguirlos o sencillamente no existiéramos.

Erik, Ayden, Owen y Hailey bajaron primero mientras despertaba a Sam. Con paso vacilante nos acercamos todos al pórtico trasero del lugar que daba la impresión de que se derrumbaría con el más ligero estornudo.

- Pasen, qué esperan.? Hace frío afuera, estoy preparando té y chocolate caliente. –dijo mi madre con una gran sonrisa al abrir la puerta.

Sam fue la que dio el primer paso, seguida por mí y el resto en una tensa y silenciosa calma.

El lugar por dentro en nada reflejaba su apariencia exterior. La estructura era sólida, de aspecto rústico y acogedor. Ambientes amplios y cálidos, una chimenea en el hall con una gran mesa sobre un tapete y muchas sillas indicaban que era el lugar de reunión, aunque la capa de polvo daba a entender que desde hacía un buen tiempo nadie lo utilizaba. Solo unas pocas sillas estaban fuera de lugar, seguramente aquellas que se usaron por última vez. Mi padre se aproximó a la chimenea y con una llamarada que salió de su mano la encendió sin mayores preámbulos. Luego con otro movimiento el polvo se elevó de la mesa y sillas para luego deslizarse fuera por debajo de la puerta trasera reptando entre nuestros pies. Controlaba el fuego y era mago, las dos características principales y distintivas de mi clan. “Aunque te cueste creerlo, son quiénes dicen ser.”, escuché decir a Sam en mi mente. Por la forma en que todos finalmente bajamos por completo la guardia su mensaje había tenido múltiples receptores.

- Sé que tienen muchas preguntas, sobre todo tú Franz. Es hora de darles respuesta. –afirmó mi padre al tomar asiento.

- No es seguro que estemos todos juntos. –dije intentando dilatar un poco el tema hasta estar listo para hacer la pregunta clave y escuchar la respuesta.

- Este es uno de los pocos lugares en los que estamos completamente a salvo, despreocúpense.

- Y por qué es eso.?

- Todo el lugar está protegido por poderosos hechizos y varios trucos que nos mantienen a salvo tanto de mortales como de la oscuridad.

- Los hechizos no son parte de nuestros dones…

- Así es, tuve ayuda para ello.

- Mi madre estuvo aquí.? –preguntó Ayden.

- No, desgraciadamente no conozco personalmente a Karen. Fue Caylee quien me ayudó.

- Pero si ella nunca salió de la aldea.!

- Casi nunca. Mira por ti misma, reconocerás los símbolos.

Ayden se dirigió al marco de la ventana y pasó su mano por los grabados reconociendo los grafismos.

- Para que la protección sea completa tuvieron que intervenir los tres clanes. Caylee, yo y Jack Taylor nos ocupamos de este lugar transformándolo en un lugar seguro de refugio y reunión, aunque nunca estuvimos los tres juntos al mismo tiempo.

Crónicas de las sombras (Saga Ayden, parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora