XVII

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Regresamos en grupos separados y con otras identidades para evitar ser encontrados. Mi padre, Ayden y Erik tomaron el primer vuelo, Sam, mi madre, Hailey, Owen y yo el segundo. Diferentes compañías, diferentes destinos. Eldrich estaría buscándonos por toda Alemania siguiendo las falsas pistas que mis padres dejaron manteniéndolo ocupado y alejado de nuestros hogares al menos por un par de días. Con Egmont destruido y miles de explicaciones que dar, él y sus socios restantes tendrían recursos muy limitados y estarían bajo la lupa de las autoridades nacionales e internacionales, lo cual también mantendría al margen a la sucursal local.

Una vez en tierra nos separamos rumbo a nuestros hogares, Hailey se alojaría con Sam y Ayden, mis padres en un departamento que ya habían alquilado antes de partir y Owen se quedaría con nosotros hasta emprender el viaje a la lejana cabaña de los Allen.

Pocas veces sentí tanto gusto como cuando crucé la puerta del departamento tropezando casi de inmediato con una de las baquetas de mi batería. Una densa capa de polvo se había apilado sobre los equipos, muebles y estantes. Ambos nos dirigimos instantáneamente a nuestras habitaciones arrojándonos estrepitosamente en nuestras camas que se hundieron e hincharon haciendo volar todos los objetos que estaban encima. Prendí la radio y disfruté escuchar por primera vez en mucho tiempo un locutor en mi propio idioma, haciendo chistes que podía entender y pasando la música que tanto me gustaba. No pude evitar sonreír al oír la guitarra de Erik, se había reunido con su vieja compañera y ya estaban conversando a su manera como solían hacer.

El sonido se interrumpió a la mitad de una tonada lo cual llamó mi atención. Apagué la radio y esperé unos segundos, no era normal que Erik dejase una canción a la mitad. “Qué habrá pasado…? Owen.!”, pensé al levantarme e ir rápidamente a la sala donde estaba sentado en el sofá de brazos cruzados con el bolso a sus pies.

- Lo siento.! No pretendimos abandonarte.! –se disculpó Erik.

- Descuiden, lo entiendo. No ven su hogar hace mucho tiempo.

- Puedo acomodar el sofá a tu gusto, solo dime como lo quieres. –afirmé.

- Así está bien, no te preocupes. Uno de ustedes es músico por lo que escuché. Y bastante decente…

- Decente.?! –exclamó Erik ofendido- Si pudieras verme tocar…

- Sería un milagro, no crees.? –interrumpió Owen con una leve sonrisa de amargura.

- Eres un idiota. –protesté.

- Lo lamento, Owen. No quise ofenderte.

- Yo tampoco, es solo que anhelo tanto poder tocar que al escuchar a otros no puedo sino ofuscarme un poco.

- Eso puede arreglarse. Dijiste que tocabas el piano, verdad.? –pregunté.

- Sí…

- Pues Erik tiene un teclado aquí mismo que sin duda te prestará.

- Claro.! Iré por él. –afirmó al desaparecer y volver segundos después arrastrando el teclado y el soporte.

- Déjame ayudarte. –dije al levantar en el aire ambas cosas y ubicarlas cerca de Owen.

- Podrías haberlo hecho antes, no.? –protestó Erik que aún sostenía los cables en torno a su cuello.

- Necesitas ejercicio, estás flacucho.

- Imbécil.

- Siempre se llevan así.? –preguntó Owen.

- Generalmente. Es bueno volver a las viejas costumbres.

- Y hablando de costumbres… -interrumpí- No crees que sería bueno limpiar un poco.? Creo que vi algo moverse entre el polvo…

- Es buena idea, empieza cuando quieras. –dijo Erik resueltamente al sentarse junto.

Crónicas de las sombras (Saga Ayden, parte III)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora