“Aún no hay explicación para lo que ocurrió hace momentos en lo que antes fueran los laboratorios Egmont. Afortunadamente no debemos lamentar muertes tras la increíble explosión que demolió literalmente el edificio de ocho pisos luego de un voraz incendio. Se cree que la explosión pudo deberse a los químicos almacenados en el subsuelo del edificio el cual, según uno de los voceros de Egmont, estaba completamente preparado y equipado para dicho propósito. Sin embargo no efectuó comentarios acerca de la falla del complejo sistema de seguridad cuyas alarmas no se dispararon. El aviso fue dado por una persona que transitaba casualmente el lugar y vio las llamas a través de los gruesos y opacos vidrios del edificio. Los quince guardias a cargo de Egmont esa noche no aportaron datos coherentes se cree que por la inhalación de humo, algunos mencionaron un grupo de tres personas una de las cuales despedía fuego por las manos y los arrojaba por el aire sin siquiera tocarlos. Sin filmaciones ni registros visuales, tal parece que este tremendo incidente quedará sin resolver.”
La periodista bajó el micrófono y miró en mi dirección sin prestarme atención; era uno más en la muchedumbre. Seguramente fue la bufanda ensangrentada y mi expresión al ver los restos del edificio lo que la llevó unos segundos después a notar mi existencia y acercarse. Afortunadamente Hailey tironeó de mi brazo tal como lo hacía Sam y los tres nos abrimos paso entre la gente hasta alejarnos.
- Debemos irnos a un lugar seguro. –afirmó ella mientras caminábamos.
- Iré a casa, quizás intenten contactarme. –dije aún atontado por lo ocurrido.
- Buena idea, vamos allá.
- He dicho “iré”, no “iremos”.
- Podemos ayudarte.!
- No, gracias. Bastante han hecho ya.
- Pero…
- Cómo se que son quiénes dicen ser.?! Llegamos y casualmente Sam ya no estaba.! El es un espía, puede ser un doble agente.! Cómo sabían que ella podía contactarse conmigo y la mantuvieron dopada para que no lo hiciera.?!
- Si quisiera entregarte ya lo hubiera hecho, de quererte muerto ya te habríamos matado. Ninguno de nosotros, incluyéndolos a ustedes, es invencible ni inmortal. –afirmó Hailey.
- Erik tenía razón… todo apestaba a una trampa. Y aún lo hace.
- Te ayudamos, pusimos en riesgo nuestras vidas, qué más pruebas quieres.?!
- Necesito pensarlo. Vuelvan en la mañana, sería estúpido darles mi dirección porque seguro ya saben dónde vivo.
- Investíganos, Franz. Date el gusto. Tienes todos los archivos de Egmont, eres el único que los tiene junto con los recursos para saber si en verdad somos quiénes decimos ser.
Ambos partieron dejándome solo esa noche agitada y triste.
Encendí el teléfono al llegar a casa. Una pila de mensajes de texto y voz se habían acumulado, todos ellos de Erik y Ayden. Los borré sin leerlos ni escucharlos, las únicas palabras que quería leer, la única voz que quería escuchar en ese momento no podía ser leídas ni oída.
Si Ayden estuviera aquí ella podría decirme si mentían o no. Pero no lo estaba. Era verdad que probablemente la única copia de los archivos de Egmont estuviera en mi poder. Aún no los había investigado, tal vez tuviera las respuestas por las que vine aunque de momento solo me interesase rescatar a Sam.
Durante horas recorrí los bastos y extensos archivos. Existía todo un compendio de información acerca de mi pasado y el de los McGuillan y Flannagan, sin embargo la ubicación de los últimos miembros permanecía desconocida. Erik y Ayden figuraban como amigos cercanos a quienes se les pudiera extraer datos, pero la persona a quien apuntaban como objetivo clave al final del registro era Samantha Lane. Esperaban que ella les diera toda la información que necesitaban acerca de mi y a la vez utilizarla para capturarme y obligarme a revelar el paradero de los otros dos clanes. La última palabra en su expediente reveló dos datos claves: no sabían de su relación con Erik ni de sus habilidades pero no me daba opciones sobre qué hacer. “Eliminar.”, leí una y otra vez abrumado y furioso.
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Crónicas de las sombras (Saga Ayden, parte III)
FantasíaLa vida no ha sido sencilla para mí desde que tengo memoria. Mi niñez estuvo plagada de lujos y objetos pero ni una gota de afecto. Nunca me faltaron techo, ropa o alimento, lo cual es más de lo que muchos tuvieron, pero algo tan simple y gratis co...