¿Por qué no sabía esto? ¿Por qué nadie me lo dijo? ¿Por qué me lo decía hasta ahora?
Debí haber parecido tan sorprendido como me sentía, porque mi madre se apresuró a disculparse.
–Nunca quise decírtelo en una situación así.
Ella nunca quiso decirme nada.
–La doctora Wells y la doctora Kim pensaron que era lo correcto, dado que tu abuela tuvo muchas de las mismas preocupaciones –dijo mi madre. –Ella estaba paranoica. Sospechosa.
–Yo no soy… –Estuve a punto de decir que yo no estaba sospechoso o paranoico, pero lo estaba. Aunque por buenas razones.
–Ella no tenía ningún amigo –continuó.
–Yo tengo amigos –dije. Entonces noté que las palabras más apropiadas debieron ser “tuve” y “amiga” en singular. Rose fue mi mejor amiga y, en realidad, mi única amiga hasta que nos mudamos.
Luego conocí a Jhonny Rush, mi primer (y único) amigo en Carden, pero no lo había visto y tampoco había escuchado de él desde que fue expulsado por algo que no hizo. Mi madre probablemente ni siquiera sabía de su existencia, y como yo no iba a regresar pronto a la escuela, ella probablemente nunca lo sabría.
Luego estaba Yibo. ¿Él cuenta?
Mi mamá interrumpió mis pensamientos.
–Cuando era pequeña, mi madre a veces me preguntaba si yo podía hacer magia. –Una sonrisa triste apareció en sus labios. –Pensé que sólo jugaba. Pero a medida que fui creciendo, volvía a preguntarme de vez en cuando si yo podía hacer algo “especial”. Especialmente cuando llegué a la adolescencia. No tenía ni idea de lo que quería decir, por supuesto, y cuando le pregunté, ella me decía que cuando lo descubriera yo debía decirle si algo había cambiado. –Mi madre apretó su mandíbula y miró el techo.
Ella intentaba no llorar.
–Lo ignoré, diciéndome a mí misma que mi madre era “diferente”. Pero todas las señales estaban allí. –Su voz cambió de la nostálgica a la profesional– Los pensamientos mágicos…
–¿Qué quieres decir?
–Ella creía ser responsable de cosas que no podría haber hecho –dijo mi madre. – Y era supersticiosa, recuerdo que no se fiaba de ciertos números, y que algunas veces se preocupaba por ellos. Y cuando tenía cerca de tu edad, se volvió paranoica. Una vez, cuando estábamos de camino para mudarme por primera vez a mi dormitorio escolar, nos detuvimos en una gasolinera. Ella había estado mirando por el espejo retrovisor y mirando sobre su hombro durante la última hora, y luego, cuando entró a la tienda para pagar, un hombre me preguntó por unas direcciones. Saqué nuestro mapa y le di las instrucciones. Él regresó a su auto, y se marchó, tu abuela salió corriendo. Quería saber todo: que quería él, lo que dijo; estaba loca. –Mi madre se detuvo, perdida en el recuerdo. Luego dijo: –Algunas veces la sorprendí caminando dormida. Tenía pesadillas.
No podía hablar. No sabía que decir.
–Fue… duro crecer con ella, algunas veces. Creo que eso fue lo que me hizo querer ser psicóloga. Quería ayudar… –su voz se desvaneció, y luego ella pareció recordar que estaba allí sentada. Por qué yo estaba aquí sentado. Su rostro enrojeció.
–Oh, cariño… no quise decir… no quise sonar de esa manera. –Estaba nerviosa –Fue una madre maravillosa y una persona increíble; era una artista, muy creativa y tan divertida. Y siempre se aseguraba de que estuviera feliz. Le importaba tanto. Si hubiera sabido cuando yo era joven lo que sé ahora, creo… las cosas serían diferentes. –Tragó saliva, y luego me miró– Pero tú no eres ella. No te pareces a ella. Yo únicamente lo dije porque… porque puede ser hereditario, y quiero que sepas que esto no es por algo que has hecho, y todo lo que ha ocurrido: El manicomio… todo, no es tu culpa. Los mejores terapeutas están aquí, y tendrás la mejor ayuda.
–¿Y si consigo mejorar? –pregunté en voz baja.
Sus ojos se llenan de lágrimas.
–Mejorarás. Lo harás. Y tendrás una vida normal. Juro por Dios –dijo en voz baja–, que tendrás una vida normal.
Me abrí a ella. –¿Me enviarás lejos?
Se mordió su labio inferior e inhaló. –Esa es la última cosa que quiero que hagas, bebé. Pero creo que si estás en un ambiente diferente por un tiempo, con personas que realmente saben de estas cosas, creo que será lo mejor para ti.
Pero podía decir por el tono de su voz, y la manera en que vaciló, que ella no lo había decidido. No estaba segura. Lo cual significa que aún podía ser capaz de manipularla para que me deje volver a casa.
Pero eso no ocurriría durante esta conversación. Yo tenía trabajo que hacer. Y no podía hacerlo con ella aquí.
Bostecé y parpadeé lentamente.
–Estás cansado –dijo, estudiando mi rostro.
Asentí.
–Has tenido una semana horrible. Un año horrible –Tomó mi rostro entre sus manos. – Saldremos de esto. Lo prometo.
Sonreí beatíficamente hacia ella. –Lo sé.
Ella acarició mi cabello y luego se giró para irse.
–¿Mamá? –llamé– ¿Podrías decirle a la doctora Wells que quiero hablar con ella?Resplandeció. –Claro, cariño. Toma una siesta, y le diré que venga a verte en un momento, ¿de acuerdo?
–Gracias.
Ella se detuvo entre la silla y la puerta. Parecía confundida.
–¿Qué pasa? –le pregunté.
–Yo sólo… –comenzó, luego cerró los ojos. Pasó la mano por su boca. –La policía nos dijo ayer que dijiste que Jay intentó abusar de ti antes de que el edificio colapsara. Quería… –Tomó una profunda respiración. –¿Eso es verdad, Zhan?
Era cierto, por supuesto. Cuando estuvimos solos en el manicomio, él me besó. Continuó besándome incluso cuando le dije que se detuviera. Me presionó contra la pared. Empujándome. Atrapándome.
Luego lo golpeé, y me devolvió el golpe.
–Oh, cariño –susurró mi madre.
La verdad debió haber sido evidente en mi rostro porque antes de decidir que responderle, ella corrió hacia mí.
–No es extraño que esto haya sido incluso más difícil, es un trauma doble, debiste haberte sentido tan… yo ni siquiera…
–Estoy bien, mamá –dije, mirándola con ojos vidriosos.
–No, no lo estás. Pero mejorarás. –Se inclinó para besarme de nuevo y luego salió de la habitación, me dirigió una sonrisa triste antes de desaparecer.
Me senté con la espalda recta. La doctora Wells vendría pronto, y necesitaba mantenerme fuerte.
Necesitaba convencerla, convencerlos, de que sólo tenía estrés postraumático, y que no estaba cerca de volverme esquizofrénico o algo igualmente aterrador y permanente. Porque con estrés postraumático, podía quedarme con mi familia y averiguar lo que estaba pasando. Averiguar qué hacer con Jay.
Pero con si me equivocaba, esta sería mi vida. Una vida en hospitales psiquiátricos y con medicamentos. Sin universidad.
Sin vida.
Intenté recordar lo que dijo mi madre sobre los síntomas de mi abuela:
Sospechas.
Paranoia.
Creencias mágicas.
Delirios.
Pesadillas.
Suicidio.Y luego, pensé en lo que sabía acerca del estrés postraumático:
Alucinaciones.
Pesadillas.
Perdida de la memoria.
Recuerdos repentinos.
Había similitudes y no había superposición, pero la principal diferencia parecía ser que con el estrés, sabes, racionalmente, que lo que estás viendo no es real. Cualquier cosa con el prefijo “esquizo” significaba, sin embargo, que cuando alucinabas creías que era cierto, incluso después de que las alucinaciones terminaban. Lo cual significa que es un delirio.
Podría ser legítimo que tenía estrés; puedo recordar mis traumas experimentados y aceptar que algunas cosas que vi no fueron reales. Pero sabía que esas cosas no ocurrían, sin importar como me sentía cuando lo descubría.
Así que ahora, solo tenía que dejar claro, muy claro, que yo no creí ver a Jay vivo.
A pesar de que él lo estaba.
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EVOLUCIÓN • [YIZHAN | SEGUNDA PARTE]
FanfictionDespués de perder a su mejor amiga, Xiao Zhan pensó que podría empezar de nuevo, pero cuando se mudó, jamás imaginó que su vida cambiaría tanto en tan poco tiempo. Creyó que podía huir de su pasado. Descubrirá que no puede. Pensaba que sus problemas...