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Así que Phoebe la psicópata fue quien tachó mis ojos. No Jay.

Me sentí aliviado y enojado a la vez. Jay tomó las fotos y se aseguró de que yo las encontrará hoy, y eso era aterrador y horrible, sí. Pero estaba contento de que él no fuera quien tachó mis ojos. No sabía el porqué, pero lo estaba.

Phoebe se marchó antes de que yo pudiera decir algo más. Tomé una respiración profunda y seguí a la Dra. Kim por el largo pasillo, pero se sentía como si las paredes estuvieran cerrándose. Phoebe me había desequilibrado, y tenía que recuperar el control.

Después de lo que pareció como diez kilómetros, llegué hasta la puerta abierta al final del pasillo. La Dra. Kim ya se encontraba dentro.

La habitación era blanca como todas las demás, y el único mobiliario en ella era un escritorio de madera clara y dos sillas blancas empequeñecidas por el espacio. Ella estaba de pie detrás del escritorio, y un hombre se encontraba a su lado.

Me sonrió y me señaló una de las sillas. Yo obedientemente me senté pero casi perdí el control. Extraño.

–¿Cómo te fue en tu recorrido? –me preguntó.

–Bien –mentí otra vez.

–Maravilloso. Me gustaría presentarte al Dr. Vargas. –El hombre a su lado sonrió. Era joven, en sus veinte, probablemente, con cabello rizado y gafas. –El Dr. Vargas es un neuro-psicólogo. Trabaja con algunos de los nuevos estudiantes que han sufrido un trauma en la cabeza y otras dolencias que causan problemas.

–Mucho gusto –dije.

–Igualmente –Aun sonriendo, se movió detrás de mí hacia la puerta –Gracias. Dra. Kim.

–Fue un placer.

Cerró la puerta, y luego ella y yo estuvimos solos. La Dra. Kim se apartó detrás de su escritorio y se sentó en la silla junto a mí. Sonrió. No tenía una pluma o papel o nada con ella. Sólo… observo.

El aire era pesado y mis pensamientos se volvieron lentos mientras los segundos se convertían en minutos. O quizás no lo hacían; el tiempo era elástico en la enorme habitación vacía. Mis ojos recorrieron alrededor, buscando un reloj, pero no parecía haber uno.

–Entonces –dijo finalmente–, creo que deberíamos comenzar a hablar sobre por qué estamos aquí.

Hora del show.

Rebusqué en mi memoria para recordar los síntomas del estrés postraumático, para asegurarme de que todo lo que divulgaría imitaba a ese diagnóstico y no esquizofrenia. O algo peor.

–Estoy aquí –dije cuidadosamente–, porque sobreviví a un trauma. Mi mejor amiga murió. –pausa significativa –Ha sido realmente duro para mí, y no dejo de pensar en ello. He tenido alucinaciones. Y flashbacks. –Me detuve. ¿Eso sería suficiente?

–Esa es la razón por la cual tu familia se mudó a Florida –dijo la Dra. Kim.

–Correcto.

–Pero no es la razón por la cual estás aquí, en este programa.

Tragué saliva. –Supongo que aún no lo supero. –Traté de parecer inocente, pero sólo soné nervioso.

Asintió. –Nadie espera que lo hagas del todo. Pero lo que yo estoy preguntando es si tú entiendes por qué estás aquí. Ahora.

Ah. Ella quiere hablar sobre Jay. Si yo creo que él estaba vivo.

Tenía que responderle, pero caminaba sobre una peligrosa cuerda floja. Si yo hablaba demasiado cuidadoso, notaría que la estaba manipulando. Pero si hablaba demasiado abierto, podría decidir que yo estaba más loco de lo que realmente lo estaba.

EVOLUCIÓN • [YIZHAN | SEGUNDA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora