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Me aparté de la puerta y esperé a que los pasos de mis padres desaparecieran. La forma en que hablaban de mí, lo que pensaban de mí.

Especialmente mi padre. No puedo dejar de pensar en lo que dijo:

“Simplemente no veo qué sacará él de esto.”

Él pensaba que no tenía nada que ofrecer. Que Yibo no tenía razón para querer estar conmigo.

A pesar de que me rebelé contra la idea, una pequeña, miserable parte de mí se preguntaba si podría tener razón.

Finalmente, me tranquilicé lo suficiente, al menos hasta que estuviera de vuelta en mi habitación. Pero para mi sorpresa, ya estaba ocupada.

Las largas piernas de Yibo se sentaron a horcajadas en mi silla blanca de escritorio y su barbilla descansaba perezosamente en su mano. No estaba sonriendo. No se veía angustiado. No se veía nada. Sólo estaba en blanco.

“Tú eres mi chico”, había dicho en el juzgado.

¿Todavía era verdad?

Él arqueó una ceja. –Estás observándome.

Me sonrojé. –¿Y?

–Estás observándome con recelo.

No sabía cómo enmarcar mis pensamientos, pero algo en su tono indiferente y frío y su postura lánguida me impedía acercarme. Así que cerré la puerta y me apoyé en la pared.

–¿Qué estás haciendo aquí?

–Estaba debatiendo una tesis acerca de los pensamientos tan relevantes para las nociones del yo, con tu hermano mayor.

–Algunas veces, siento una urgencia abrumadora de darte un puñetazo en la cara.

Una mueca arrogante se deslizó en su boca. –Eso no ayuda. –Me miró, pero no se movió ni un centímetro. –¿Debería irme?

Sólo dime por qué estás aquí. Necesito escucharlo.

–No –fue todo lo que dije.

–¿Por qué no me dices qué es lo que te está molestando?

Bien. –No esperaba verte después… no sabía si estábamos todavía… –Mi voz se desvaneció molestamente, tardó varios segundos para que él llenara el silencio.

–Ya veo.

Mis ojos se estrecharon. –¿Ya ves?

Se desplegó y luego se levantó, pero no se acercó. Se apoyó en el borde de mi escritorio y apoyó las palmas en la brillante y blanca superficie.

–Piensas que después de escuchar que alguien que te lastimó, alguien que te hirió tanto que intentaste matarlo; esta vivo, simplemente dejaría que lidiaras con ello por tu cuenta. –Seguía en calma, pero su mandíbula se tensó ligeramente– Eso es lo que piensas.

Tragué fuertemente. –Dijiste en el juzgado…

–Recuerdo lo que dije –su voz era inexpresiva pero un indicio de sonrisa apareció en sus labios. –Diría que hiciste de mí un mentiroso, pero lo era desde mucho antes de que nos conociéramos.

No pude comprender sus palabras. –Así que, ¿cambiaste de idea?

–Las personas que nos importan son siempre más valiosas que las personas que no nos importan. No importa lo que alguien finja. –Y por primera vez en mucho tiempo, él sonaba real. Se quedó inmóvil mientras me miraba. –No creo que tuvieras que hacer la elección que dijiste que hiciste. Pero si tuviera que elegir entre alguien que amo y un extraño, elegiría al que amo.

EVOLUCIÓN • [YIZHAN | SEGUNDA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora