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Unidad Psiquiátrica Estatal.
Miami, Florida.

Me desperté en la mañana de algún día en algún hospital para encontrar a una extraña sentada en mi habitación.

Me senté cautelosamente, mi hombro estaba adolorido. Estudié a la desconocida, tenía el pelo castaño oscuro con gris en las raíces, y los ojos color avellana con patas de gallo en las esquinas. Ella me sonrió y su rostro se movió completamente.

–Buenos días, Zhan –dijo.

–Buenos días –le contesté. Mi voz era baja y ronca. No sonaba como la mía.

–¿Sabes dónde estás?

Ella, obviamente, no se dio cuenta de que el directorio del piso estaba situado justo fuera de la ventana detrás de ella, y que desde la cama, tenía una visión clara. –Estoy en la Unidad Psiquiátrica Estatal de Florida.

Aparentemente

–¿Sabes quién soy?

No tenía ni idea, pero traté de no demostrarlo, ella no me hubiera preguntado si nunca nos hubiéramos conocido, y si nos habíamos conocido, debería acordarme de ella. –Sí –mentí.

–¿Cuál es mi nombre?

Maldita sea

Mi pecho subía y bajaba rápidamente con la respiración.

–Soy la doctora Wells –dijo de manera uniforme. Su voz era cálida y amable, pero no del todo conocida. –Nos conocimos ayer, cuando fuiste traído por tus padres y un detective llamado Alfred Gadott.

Ayer.

–¿Te acuerdas?

Recordaba haber visto a mi padre, pálido y herido tendido en una cama de hospital después de ser baleado por la madre de una chica asesinada.

Me acordé de que yo fui la persona que la llevó a hacerlo. Me acordé de ir a la comisaría de policía para confesar haber robado el auto-inyector de epinefrina de mi maestra y liberar hormigas coloradas en su escritorio, por lo que murió de un shock anafiláctico.

Me acordé de que no era cierto, era sólo una mentira que alimentaría a la policía, así ellos me impedirían hacer daño de nuevo a cualquier otra persona. Debido a que no creerían que deseé a mi maestra muerta y que no mucho después, ella murió. Murió ahogada por inflamación de su lengua, tal y como me imaginé que lo haría.

Me acordé de que antes de que pudiera decirle a cualquiera algo de esto, vi a Jay en la Comisaría Decimosegunda del Departamento de Policía Metro Dade. Luciendo muy vivo.

Pero no me acordaba de venir aquí, al hospital. No recuerdo haber sido traído. Después de que Jay apareciera, no recordé nada más.

–Fuiste admitido ayer por la tarde –dijo la desconocida, Dra. Wells. –El detective llamó a tus padres cuando ellos no pudieron conseguir que dejaras de gritar.

Cerré los ojos y vi el rostro de Jay mientras caminaba a mi lado. Pasó rozándome. Sonrió. El recuerdo tiñó el interior de mis párpados, y los abrí rápidamente, sólo para ver otra cosa.

–Les dijiste que tu novio, Jay Louis, quien creías muerto en un derrumbe de un edificio en diciembre, está vivo.

–Ex –dije en voz baja, luchando por mantener la calma.

–¿Perdón?

–Ex-novio.

La doctora Wells inclinó la cabeza ligeramente y empleó su expresión cuidadosamente de psicóloga neutral, una que reconocí bien, ya que la había visto muchas veces en mi madre psicóloga. Sobre todo en los últimos meses.

EVOLUCIÓN • [YIZHAN | SEGUNDA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora