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–Buenos días –dijo mi padre cuando finalmente aparecí en la cocina.

–Buenos días. –Tomé dos barras de granola y una botella de agua de la alacena, bebí la mitad mientras papá terminaba su café. Nos dirigimos juntos al auto.

Una vez que estuvimos dentro, bajó las ventanillas. Afuera era inusualmente hermoso: azul, libre de nubes y bastante fresco, pero aun así, mi piel me quemaba por dentro.

–¿Cómo te sientes, hijo? –dijo mi padre.

Le lancé una mirada. –¿Por qué?

–Luces un poco cansado.

–Gracias...

–Oh, ya sabes a lo que me refiero. Oye, ¿sabes cuál película renté?

–Um... ¿No?

Hizo una pausa dramática. –Liberen a Willy –dijo con una enorme sonrisa.

–De acuerdo...

–Te encantaba esa película. Solíamos verla todo el tiempo, ¿te acuerdas?

Eso era como cuando tenía seis años.

–Y como a Meg le preocupa tanto la situación de las orcas en estos momentos, pensé que podríamos verla juntos, como familia –dijo, luego añadió: –Apuesto a que a Yibo le gustaría.

No pude evitar sonreír. Claramente hacía un esfuerzo. –Está bien, papá.

–Es inspiradora.

–De acuerdo, papá.

–Transformadora.

–Está bien, papá.

Sonrió y encendió la radio, y ambos continuamos en silencio. Pero al estar de nuevo en su auto, me encontré a mí mismo mirando reflexivamente al espejo lateral. Me di cuenta que buscaba la camioneta.

Buscaba a Jay.

Estuve todo el camino hasta Horizontes preocupado de verlo detrás de nosotros, pero nunca lo vi. Papá me dejó y Brooke me dio una cálida bienvenida, presentándome al terapeuta artístico con el que estaría trabajando algunos días a la semana. Hizo que le dibujara una casa, un árbol, y a mi familia, definitivamente algún tipo de evaluación, y una vez que lo hice, para su satisfacción, era hora de ir con el Grupo. La mitad de los estudiantes tuvieron que compartir sus miedos.

Estuve muy feliz de ser parte de la otra mitad.

Ese día, Phoebe mantuvo su distancia conmigo, y Jhonny me hizo reír como siempre. Las horas pasaron sin complicaciones, pero a cada oportunidad que tenía, me encontraba a mí mismo lanzando miradas hacia afuera, esperando a que la camioneta blanca apareciera en el estacionamiento.

Nunca apareció.

*****

Esa tarde, cuando mi padre y yo llegamos a la casa, el auto de mamá ya se encontraba en la entrada. Pero lo más importante, era que el de Yibo también.

Sentí una oleada de alivio. Necesitaba contarle sobre la muñeca en mi habitación esta mañana, y de Jay dentro de mi cuarto mientras dormía. Casi me lanzo del auto aún en movimiento.

–Dile a tu madre que iré a trabajar en su lista –dijo papá, rodando los ojos. –Regresaré pronto.

Asentí y cerré la puerta. No se fue hasta que entré a la casa.

Armas disparando se escuchaban desde nuestra sala, y cuando entré, encontré a Yibo y a Meg sentados en el piso con controles en sus manos, y sus ojos pegados a la tv.

EVOLUCIÓN • [YIZHAN | SEGUNDA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora