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Me aflojé con miedo, como si yo fuera un títere y Phoebe hubiera cortado mis cadenas.

–Se te cayó de la mochila –susurró.

Me quedé mirando fijamente la imagen hasta que oí mi nombre. La metí en mi bolsillo y pregunté si podía ir al baño. Brooke asintió. Agarré mi mochila y huí.

Una vez en el baño, me escabullí en un cubículo y me revolví dentro . Saqué un viejo libro de bolsillo que había encontrado en el garaje y decidí leer, era uno de mi padre, creo, de la universidad, un largo tiempo con el cuaderno de dibujo que no había estado de humor para traer y unos pocos palos de carbón y bolígrafos.

Y mi cámara digital. La que mis padres me regalaron por mi cumpleaños. No recordaba haberla puesto en la mochila en absoluto.

Mi pulso se aceleró cuando saqué la imagen de mi bolsillo trasero y me la quedé mirando. Encendí la cámara, pulsé el botón de menú y esperé.

La última fotografía tomada aparece en la pantalla. Era la misma foto en mi mano.

La imagen antes de esa, era también mía durmiendo, con la misma ropa de la noche anterior, mi cuerpo en una posición diferente. Y la imagen antes que esa. Y la imagen antes que esa. Había en total cuatro.

El horror debilitó mis rodillas, pero me preparé contra la pérdida de estabilidad. Tenía que seguir de pie. Tenía que ver si había algo, cualquier cosa, cualquier manera de demostrar que Jay había tomado las fotos, que había estado vivo en mi habitación y me había visto dormir. Hojeé las funciones de la cámara en tanto me obligaba a respirar.

La cámara había tenido temporizador.

Mi bolso había sido revisado; cualquiera habría visto la foto impresa, pero para ellos, así es como se vería. Sólo una foto mía durmiendo. Podrían pensar que mis ojos los rayé yo mismo.

Y si les mostraba la cámara digital, o a mis padres, pensarían que tomé todas las fotos yo mismo; que he usado el temporizador de la cámara para configurar los disparos. El por qué, no importaba; sólo el regreso a una involuntaria estancia a la unidad de psiquiatría. El por qué no volvería a importar alguna vez.

Puse la cámara y la imagen de regreso en la mochila. Volví a la sala común y era lo único que podría hacer para quedarme quieto. Phoebe me miró todo el tiempo.

La ignoré. Me desconecté. Me ponía a prueba, el Sr. Roberts dijo, era evaluado para ver si podría entrar en el mundo externo, yo tendría que demostrar que podía.

Así que cuando la sesión terminó, me apoderé de Jhonny. Necesitaba una distracción.

–¿Echas de menos Carden? –pregunté, mi voz falsamente alegre.

–Por supuesto. Especialmente cuando nos hacen hacer una positiva auto charla.

–¿Dime que estás bromeando? –le dije.

–Ojala. Al menos la comida es buena –dijo mientras nos formábamos para tomar el almuerzo.

Estuve a punto de responder, cuando un grito agudo resonó en la parte delantera de la línea. Ya estaba en la orilla y casi me envió más allá. Vi, congelado, como una chica rubia con cara de muñeca delicada se separaba del grupo.

–Megan –dijo Jhonny en mi oído. –La pobre niña le teme a todo. Esto pasa un montón.

Megan se encontraba ahora respaldada contra la pared opuesta, señalando algo.

Un alto, caricaturesco y apuesto “estudiante” caminaba en dirección de su dedo índice extendido. Se agachó, al mismo tiempo que yo trataba de ver.

EVOLUCIÓN • [YIZHAN | SEGUNDA PARTE]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora