7. Acercamiento

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Como todos los días, entré al aula de la asignatura correspondiente, me senté en mi asiento indicado y miré hacia atrás.

El estaba ahí.

Sentado al final de la fila, siempre hasta el último.

Escribía en su libreta, traía un suéter color blanco con mangas largas a pesar de que hacia un poco de calor.

El docente llegó y la clase comenzó.

Terminé mi trabajo en el momento correspondiente, me levanté y lo entregué.

Me tensé cuando lo miré levantarse de su asiento con la mirada agachada y con su libreta en su mano. Se disponía a entregar su trabajo.

Mis sentidos se activaron cuando miré que uno de mis compañeros de clase se disponía a poner su pie en el camino para que él se cayera y tropezara.

Ignorando completamente lo que el docente me decía sobre mi trabajo me acerqué para ayudarlo y cuando miré a su cuerpo tambalear dispuesto caer me acerqué y lo tomé de la cintura atrayendo su cuerpo a mí para que evitara caerse y golpearse contra el duro suelo.

Sentí sus dedos enterrándose en la piel de mis brazos, miré su rostro asustado y pude mirar sus pupilas cafés, sus ojos eran claros, tenían un color muy bonito.

- ¿Estás bien? - pregunté mirándolo confundido.

Cuando reaccionó saliendo de su pequeño trance quitó sus manos de mis brazos de inmediato como si mi tacto le quemara.

Cuando él pudo ponerse de pie por si mismo sin mirarme se agachó y tomó su libreta pasando a mi lado sin voltear a verme.

Como si no hubiera pasado nada.

- ¿Qué te pasa, hombre? Acabas de arruinar el espectáculo.

Ignorándo completamente el comentario de mi compañero regresé con el docente por mi libreta.

- Muy bien, Marcos - dijo el docente, le di un último vistazo a mi compañero de al lado y me fui a sentar en mi asiento.

Por suerte, cuando el regresó a su asiento de vuelta nadie trató de molestarlo.

Cuando las clases culminaron miré como el chico de ojos cafés aceleraba su paso saliendo del aula de manera rápida.

Tomé mis cosas y las guardé en mi mochila.

Con la mochila en mi espalda salí del salón dispuesto a irme a mi casa, pero me detuve a medio pasillo al ver una bola de personas rodeando a alguien.

Un pequeño alboroto. Lo cuál era muy normal lamentablemente.

Incliné mi rostro tratando de ubicar al chico que estaban molestando. Cuando lo logré mi mandíbula crujió.

Era mi vecino, el chico de ojos cafés.

Me acerqué un poco para escuchar lo que le decían.

¿A dónde vas, pequeña mariquita?

¿Vas a llorar con tu mami?

¿Tiene frío la nena?

Démosle un baño fresco al rarito este.

Pude reconocer una de las voces a la perfección. Era Orlando, uno de los chicos con peor conducta de la Universidad. Su fama no era nada buena, golpeaba por diversión a cualquiera que se cruzase por su camino.

No podía dejar que lo golpearan solo porque sí.

Así que luciendo decidido y con un plan en mi cabeza suspiré y hablé.

- Veo que las pláticas no te han funcionado, Orlando - alcé mi voz.

Su cabellera rubia volteó enseguida.

- ¡Marcos! - me llamó con una ligera sonrisa en sus labios - Tú me caes muy bien, ¿quieres unirte?

- Prefiero que lo dejes ir, no creo que sea bueno para ti otra suspensión más.

- Nah, nadie hablará. ¿Vienes o no?

- Recuerda que me debes un favor - miré a su cuerpo tensarse de inmediato - ¿O quieres que lo cuente?

- Oh, Marcos, no tenemos por qué llegar a esos extremos. Nosotros solo lo estábamos saludando, pero ya nos vamos - ofreció su puño y lo choqué.

Sin duda alguna ayudar a las personas con sus problemas daba sus recompensas.

Me acerqué al chico que estaba en el suelo dispuesto a ayudarlo y ofrecí mi mano amablemente para levantarlo, pero fruncí mi ceño al notar que se levantaba por si solo.

Tomó sus cosas y comenzó a correr.

Fruncí mi ceño, ¿había hecho algo malo?
























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Lea aviso que primeros capítulos serán cortos para explicar cómo estará la trama de la historia.

Gracias por seguir aquí.








apmo. 💜

Cúrame [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora