32. Experiencia

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Emilio.




Han pasado dos días exactos en los que Joaquín nunca apareció. Fui a buscarlo a su casa y en cambio me llevé la sorpresa de que no se encontraba en ella. Mandé centenares de mensajes a su celular que no fueron contestados, solo eran enviados.

- Deja el celular en paz, Emilio – gruñe Abraham.

- ¿Y si le pasó algo?

- No seas dramático.

- No me ha enviado ningún mensaje, ¿se habrá ido de viaje?

- Por milésima vez, no lo sé – bufo impaciente.

- Iré otra vez a su casa – me pongo de pie y comienzo a buscar mis zapatos.

- Te voy a lanzar un zapato si no te sientas – bufa fastidiado. Se levanta y me sienta de mala manera en mi cama - Bien, escúchame, terco. No sé, tal vez salieron a un lugar sin señal – cruzo mis brazos mirándole molesto – Él estará bien, solo serán unos días y lo tendrás de regreso, novio dramático – frunzo mi ceño al escuchar el ridículo apodo.

- Tú no lo entiendes.

- ¿Por qué no me lo explicas? No entiendo porque tanta preocupación, según tú me habías dicho que tenías miedo de sentir "eso" por Joaquín y me dijiste que la última vez que se vieron casi se besan – mis mejillas se sonrojan y cubro mi rostro para que Abraham no me viera.

- Pues tal vez si sienta "eso" por él, Abraham. Y creo que él también lo siente por mi, aunque sé que no sabe como confesármelo.

- ¿Estás seguro de eso? – asiento firmemente.

- Mis ojos no son los únicos que brillan cuando lo veo. A él le pasa lo mismo conmigo. Se sonroja muy fácilmente cuando lo alago. Si vieras como me mira tal vez podrías llegar a entenderlo – bajo mi mirada al suelo mientras juego con mis manos.

- Entonces....¿ya estás seguro?

- Lo quiero, Abraham. De todas las maneras.

- Bien – su celular suena interrumpiendo nuestra conversación, así que se aleja para contestarlo – ¿Aló? Sí, Andino, ¿Qué pasa? ¿En serio? Pero claro que sí, ya voy para allá. Excelente, nos vemos en unos minutos – cuelga y me mira.

- ¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? – me señala con su dedo.

- Cámbiate con algo increíble, vendrás a mi concierto conmigo – alzo mis cejas sorprendido.

- ¿En serio?

- ¡Apúrate! – me lanza una almohada y se la regreso. Me levanto y trato de cambiarme con algo bueno.

Abraham me ayuda a elegirlo. Finalmente me decido por unos jeans rasgados, playera blanca y unos tenis del mismo color. Desordeno mi cabello con mi mano y tomo mi celular.

Ambos bajamos y nos encontramos con mi madre en la sala. Le pido permiso y ella alegre me responde que sí. Me dice que está feliz de que salga por fin de la cama.

Aunque aún me duela debo aceptar que ella ya está en un lugar mejor. Lejos del sufrimiento y la angustia. Siempre la recordaré como mi pequeña guerrera.

Mi estrella más brillante en el cielo.

Nos montamos en su convertible y arranca a toda velocidad. Coloca la canciones que cantará para que me familiarice con ellas.

Mi cabello vuela en el aire sacándome una gran sonrisa. Siempre me ha encantado la sensación que me provoca la brisa del aire en mí.

- Esa canción que cantaste en la clínica – dice - ¿Quién la canta? – rasco mi nuca.

Cúrame [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora