Cúrame [Emiliaco]

17. Buuh

Lydia se tensa y logro deshacer su sucio agarre. Me acerco lo más rápido que puedo a la puerta agradeciendo mentalmente a la persona que me salvó de las garras de esa mujer.

Abro la puerta con mis manos temblando y una leve sonrisa se asoma en mis labios al ver a Emilio del otro lado de la puerta. Tiene en sus manos una canasta con algo, me mira nervioso.

- Hola – rasca su nuca.

- Hola.

- Mi mamá les manda estos pastelillos como muestra de agradecimiento de la vez pasada que vinieron a cenar – extiende la canasta hacia mí.

Frunzo mi ceño, no entendía porque decía sobre una invitación a cenar, pero no me importaba, él me había salvado de que una vez más en mi vida fuera violado por esa mujer.

La tomo y me tenso cuando veo que da media vuelta dispuesto a irse.

- E-Emilio, espera – regresa hacia mi - ¿Q-quieres pasar? – frunce su ceño.

- No quiero incomodarte.

- No lo haces, por favor – susurro – Quédate.

No me dejes solo

Asiente un poco confundido y sonrío cuando lo veo pasar. Lydia lo mira y le sonríe amablemente.

- No sabía que Joaco tenía amigos tan.....lindos – lo mira y mi estómago se retuerce al ver la mirada que le lanza. Se acerca a él y ofrece su mano – Mi nombre es Lydia, soy amiga de la madre de Joaquín y ahora su niñera.

Dudando un poco Emilio alza su mano y corresponde el saludo.

- Mucho gusto en conocerla, Señora. Mi nombre es Emilio, compañero y vecino de Joaquín – rompe el agarre.

- Ay, no me digas Señora, no soy tan vieja - le guiña un ojo descaradamente - Qué niño tan educado eres, cielo. Espero verte por aquí más seguido. No les molesto más, puedes llevarlo a tu habitación, Joaqui, así nadie los molestará. Si necesitan algo, lo más mínimo, me llaman – da media vuelta y comienza a menear sus caderas dirigiéndose a la sala donde desde el sofá no le quita la mirada a Emilio.

Me dirijo a la cocina y dejo la canasta.

Volteo y miro que Emilio está detrás de mi a una distancia prudente. Él respeta mi espacio y no sabe cuánto se lo agradezco mentalmente.

Desde el primer momento no me presionó en nada, dejó que las cosas fluyeran y nunca se atrevió a lastimarme.

Comienzo a caminar, él me sigue y subimos hacia mi habitación.

Él mira atento algunas fotos enmarcadas que están en las paredes. Las mayorías son de mi madre.

Me detengo cuando veo la puerta de mi hermana. Me acerco y toco levemente.

- Ana – susurro – Soy yo.

De inmediato veo como la puerta se abre y mi hermana se lanza a mis brazos apretándome con fuerza.

- ¿Estás bien? Dime que no te hizo....– pongo un dedo en mi boca y miro a Emilio para que ella se detenga de decir algo que no deba.

- Estoy bien, me bañaré en unos minutos para evitar el resfriado por la lluvia – ella asiente lentamente – Ana, él es Emilio – Emilio le sonríe levemente, pero ella solo lo analiza mirándolo como si lo hubiera visto antes. Se vuelve hacia mí y susurra en mi oído.

- Si te hace algo no dudes en hablarme, mi puerta estará cerrada – asiento y le sonrío reconfortante.

- Todo está bien, pequeña valiente – la vuelvo a abrazar brindándole toda la afectividad que ella necesita. Rompemos el abrazo y ella cierra la puerta. Oigo el seguro y suspiro agradecido de que esa mujer no se le ocurrió acercarse a mi hermana.