27. Secretos a la luz

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A Media Luz de Abraham Mateo se encuentra en multimedia.
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~☆~













Aunque fue muy difícil al principio, por suerte logré acostar a mi hermana en mi cama cuando finalmente logró conciliar el sueño. Me di un rápido baño, me cambié con la ropa indicada para salir y decidí acostarme a su lado un momento.

Los recuerdos de lo que había pasado en la playa con Emilio y el otro chico llegan a mi cabeza. Ese chico era su mejor amigo de toda su infancia, pero este se fue sin decir adiós provocando que Emilio sufriera por eso.

Todo era tan raro y confuso. Algo no cuadraba ahí. Faltaban piezas por unir.

Ese chico se veía tan emocionado por ver a mi buuh. Yo lo veía muy alegre de por fin volver a verle, pero Emilio no pensaba de la misma manera. Debo admitir que me sentía un poco incómodo, pero no me podía ir y dejarlo solo.

No se veía una mala persona, pero no me gustaba ver los ojitos tristes de Emilio cuando el chico le hablaba. Verlo llorar me hacía querer llorar a mí también y si ese chico lo lastimaba yo haría lo posible por defenderlo, así como Emilio lo ha estado haciendo conmigo.

Mis pensamientos son interrumpidos por un toque en la puerta. Eran exactamente las once y media de la noche.

- ¿Joaco? - me tensé al escuchar la voz de mi padre - ¿Hijo, estás despierto? Yo...eh, solo quería pasar a saludar y ver como estas. Ya casi no te veo - no contesto - Creo que estás dormido, no te molesto más. Espero hablar algún día contigo, hijo. Descansa.

Cuando logro escuchar sus pasos lejos me pongo de pie.

Desde niño siempre soñaba con tener una buena relación con mi padre. Que me enseñara andar en bicicleta, jugar juntos, recibir su apoyo cuando más lo necesitaba y su presencia cuando más la añoraba.

Recordaba cuantas veces de niño le pedía ciegamente que viniera a rescatarme de la cárcel de los golpes, pero nunca estaba en casa. Llegaba cuando estaba dormido y se iba en la madrugada antes de que yo me despertara.

Sinceramente y aunque me duela puedo decir que no tuve la fortuna de disfrutar de un padre.

Había crecido con la compañía de mi libreta, aunque parecía un diario. Me he desahogado tantas veces en el que ya he perdido la cuenta. Ha sido mi soporte y mi consuelo cuando estaba solo hasta que llegó Emi.

Entre tanta obscuridad pude encontrar un rayo de luz.

O más bien, él me encontró a mí.

Cuando se llegan las doce tomo todo lo necesario y salgo hacia mi trabajo a escondidas.

~☆~

Como ya era de costumbre, fui el primero en llegar al aula de clases. Dejé mi mochila en mi lugar, saqué una cajita de jugo de manzana y la coloqué encima de la paleta del asiento de Emi.

Volví a mi lugar y esperé a que mi buuh llegara.

Solo bastaron unos cuantos minutos para mirarlo cruzar la puerta. Sus dos amigos ya estaban aquí. La chica al verlo entrar se lanzó a él y lo abrazó con mucha efusión. Emi le correspondió, le dio un ligero beso en su frente y después ambos se dirigieron a su asiento.

Cúrame [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora