31. Picnic

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Sin duda la partida de Estrella le había afectado demasiado a Emilio.

Han pasado exactamente tres semanas de que Emi sigue deprimido, se culpa a si mismo por no haberla salvado y no haberla ayudado. Va a la Universidad, pero solo trabaja, no habla, no dice nada y vuelve a su casa donde se encierra en su cuarto y llora hasta quedarse dormido.

Le he cantado cientos de canciones demostrándole mi apoyo, pero mi voz ya no es suficiente. Abraham también ha estado viniendo constantemente a verlo, en algunas ocasiones me mira como si fuera algo irreal.

Sentir su mirada a cada minuto era un poco incómodo.

La mamá de Emilio no sabía nada de lo que estaba pasando. Lo único que sabe es que Emilio está mal.

He hecho de todo para levantarlo. Me vestí de fantasma como él lo hizo. Me puse su linda pijama de unicornio para levantarlo y le hice nuestra pregunta favorita tantas veces que simplemente no funcionó para nada.

La tristeza abunda en su habitación, en este momento me encuentro sentado en la silla de su escritorio mirándolo dormir. Abraham está recargado en un rincón mientras nos mira a ambos.

En la mesa de su escritorio está una bandeja de comida que él no ha tocado en lo absoluto.

Tengo una idea en mi cabeza que ha estado rondando por varios minutos. Pensaba que tal vez esa idea lo haría feliz. Le hablé a la mamá de Emi pidiéndole que le preparara sus comidas favoritas y las colocara en una cesta.

Abraham me ayudó a colocar una manta en el centro de la habitación. Tengo pensado hacer un picnic, quiero verlo comer. Quiero ver esa preciosa sonrisa en su lindo rostro otra vez. Quiero ver ese brillo en sus ojos que solo aparece cuando me mira.

Quiero al Emilio de antes.

- ¿Seguro que esto funcionará? – asiento lentamente con mi mirada puesta en el suelo – No puedo quedarme mucho tiempo, tengo unos conciertos que hacer, pero cuando tenga tiempo vendré a verlo.

- No te preocupes. Yo me encargo - el asiente.

Abraham y yo bajamos por las cosas necesarias que le había pedido minutos antes a la mamá de Emilio a la sala. Después volvimos a subir.

Me ayuda a arreglar todo y quedo satisfecho con el resultado.

Conseguí un pequeño florero de color lila donde coloqué unas cuantas flores blancas muy bonitas que le dieron un toque lindo.

- Me avisan si despierta, espero que esto logre levantarlo de la cama – Abraham desvía su mirada hacia el cuerpo de Emilio que sigue dormido en su cama.

- Yo también lo espero – le respondo. Él suspira, se despide de mí y a los segundos lo veo desaparecer por la puerta.

Tomo aire y me dirijo a la cama. Me arrodillo para poder estar a su altura, acerco uno de mis dedos y trazo con sutileza su rostro. Sus mejillas, su frente, su nariz, sus párpados y me detengo en su mentón.

Emi es la más bonita obra de arte que han visto mis ojos.

Tan bueno, tan lindo, perseverante, valiente y fuerte.

Esta vez me toca a mí levantarlo de la tristeza justo como él lo hizo conmigo.

- Ya amaneció, tienes que abrir tus ojitos, buuh – oigo un pequeño quejido – Por favor.....te necesito – le susurro – Tú no eres así, tú eres fuerte, valiente, perseverante, alegre y positivo. Esto no eres tú. A ella no le gustaría verte así y a mi menos. Me haces sentirme muy mal.

Parece que digo las palabras correctas pues veo como abre pesadamente sus párpados, pero para mi mala suerte su mirada triste cae en mí.

- ¿Te hago sentirte mal?

Cúrame [Emiliaco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora