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Ririka se despertó en su cama vacía y una ligera esencia en su cuerpo que supuso que era de Saotome. Ella la dejó dormir, con la boca cerrada y estaba agradecida de que la chica se haya ido a su departamento temprano.
Se levantó e hizo su rutina usual, usó el baño, hizo la cama y se preparó un poco de café. Salió a su balcón, esperando que Saotome la saludase como siempre.
Pero ella no la saludó. Miró a su balcón, estaba vacío. No estaban las sillas y la mesa que usualmente tenía. Ririka la llamó por su nombre pero no hubo respuesta.
—Mierda, ¿Con esto se refería al ya verás?— se preguntó a sí misma mientras regresaba a su departamento corriendo para salir al pasillo para tocar la puerta de la rubia.
—¿Puedo ayudarte, niña?— un hombre preguntó.
—Uh, sí, ¿hay una chica llamada Saotome Mary?
—No, no hay nadie llamada Saotome viviendo aquí. Y si lo hubo, ya se ha ido. Nosotros sólo estamos limpiando éste departamento para que alguien más pueda vivir aquí. — el hombre respondió, la menor estaba en shock.
—No, no puede ser. No.
—Lo siento, niña.
—No, ¡Tú no entiendes!— Ririka agarró el cuello de la remera del hombre y lo acercó. —¿Sabes lo que eso significa?— el hombre sacudió su cabeza con miedo en los ojos. La albina lo soltó y apoyó su cabeza en la pared con lágrimas amenazando con salir de sus ojos. No estaba segura de por qué lloraba, no estaba segura de por qué estaba tan triste, después de todo, la rubia era la molesta vecina que quería fuera de su vida, y ahora que veía como su sueño se volvía real, se sentía horrible. —Eso significa no más días soleados.
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