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—Ya han pasado dos años, Ririka. — protestó la rubia, haciendo un puchero —¿Cuándo vas a vivir conmigo?— hizo un berrinche.
—Cuando te cases conmigo. — respondió desinteresada la ojiazul, que regando el girasol que estaba en la ventana. —Saotome, cásate conmigo. — habló dejando de lado la regadera. —Para tener días soleados por el resto de nuestras vidas.
—Por supuesto que sí, Ririka. — dijo feliz saltando a sus brazos y besando los belfos ajenos.
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