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Despertó, como en un día común, se levantó e hizo su café. Cuando estaba ya en su taza, se sentó en la silla del balcón y cerró los ojos disfrutando del calor del sol.
Abrió los ojos sorprendida por el hecho de que ese día no estaba nublado.
Salió corriendo a su habitación y se puso una ropa más decente, por último, salió disparatada hacia la calle sin mirar a nada y tropezando con una persona que tenía un olor familiar.
Subió su mirada sorprendiéndose de la joven rubia de cabello brillante que tenía en frente.
—Cuanto tiempo, Ririka.
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