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—Hey, Ririka. ¿No hay café hoy?— Mary preguntó tan pronto como ella salió al balcón.
Ésta dió un respingo por la repentina aparición de su vecina. No es que no estuviese acostumbrada a que Saotome básicamente esperase a que se levante, era sólo el hecho de que no tenía pantalones puestos y Ririka sentía un hormigueo en todas partes.
—Estoy sin café, así que estuve tomando té. — Dijo lo más tranquila que pudo.
—Oh, tengo algo de café dentro. ¿Quieres un poco? Oh, deberíamos tomar un poco de café y ver una película después de eso. Los programas de la mañana son de mal gusto. ¿Eso está bien? Podemos hacer algo más si tú quieres, quiero decir, estamos en el hermoso y soleado Tokyo. — Rió alegremente.
La albina tragó saliva mientras sus ojos viajaban por las delgadas piernas de Saotome. Cada vez que hacía un movimiento, sus piernas se movían ligeramente. Sus ojos subieron y más allá de su camisa, su vista aterrizó en-
—Ririka, ¿Estás bien?— Preguntó sacándola de su trance.
—Sí, sí. ¿Por qué no lo estaría?— La ojiazul cuestionó, pretendiendo estar ofendida. Aclaró su garganta.
—Estás sudando mucho y luces como si fueses a desmayarte.
Gracias a ti, ¡Pedazo de mierda ardiente!
—Sí, estoy bien, en serio. Esto me pasa mucho en las mañanas, siempre sudo y luzco como si estuviese a punto de desmayarme, todo el tiempo. — Aseguró.
—¿Estás segura? Estuve saludándote desde hace un tiempo y estuve observando casi todo lo que hay de observar de ti en las mañanas.
—Ah...
—Nunca has sudado, ni has lucido como como si estuvieses por desmayarte. ¿Estás nerviosa por algo? Tengo un termómetro.
Sólo fóllame contra la pared, ¿Por qué no lo haces.
—¿Por qué no me das ese café que dices que tienes?— Cambió de tema, tratando de mantener sus sucios pensamientos dentro de su cabeza. Se suponía que debía ser una maldita con esa chica, pero ella se lo estaba haciendo difícil.
¿Lo hacía a propósito? ¿Debería Ririka sólo ser más amable con ella?
— ¡Por supuesto! ¡La puerta estará abierta!
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