~ Hermanos ~

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Kaena no estaba simplemente molesta, estaba furiosa con lo que había escuchado. Cada vez que había hablado con Kara, esta le había asegurado que las cosas estaban bien y que no había nada de qué preocuparse.

Kara sabía que si le contaba algo a su hermana, esta subiría al Jet y volvería de inmediato. La rubia creía que, al ser ya adulta, podía ocuparse ella personalmente de los problemas y no pedirle ayuda a su hermana.

Kaena llevó a Kara a la biblioteca y la miró durante un buen tiempo, era como si la ojiazul quisiese asegurarse de varias cosas antes de hablar.

Kaena - ¿Cómo es eso de que mi sobrino no puede entrar a la mansión?

Kara - Angelina, ella no lo quiere. Dice que verlo le recuerda lo que le hice y por eso no quiere que lo traiga.

Kaena - Si no quiere a tu hijo, no te quiere a ti.

Kara - Kaena, yo... - fue interrumpida.

Kaena - Tú me mentiste y es algo que no tolero. Kara, quiero que me digas todo lo que pasó en mi ausencia.

Kara - Kaena, podrías al menos calmarte. Me da miedo verte tan enojada.

La rubia miró a su hermana, no quería asustarla, mucho menos quería que ella conociera a su otro yo. Si lo hacía, perdería a su hermana y estaba segura de ello.

Se calmó y le pidió a su hermana que le contara en detalle todo y así Kara lo hizo. Después, Kaena le pidió que la dejara sola y Kara salió de la biblioteca.

Kaena había tenido tanto control para no explotar ahí mismo. Caminó hasta el ventanal con un vaso de whisky y miró la propiedad de Angelina.

Kaena - Firmaste tu sentencia de muerte - dijo y luego bebió todo de un solo trago.

La esposa de Kaena, Natasha, estaba convencida de que su esposa sentía algo más profundo por su hermana. Ella sabía todo lo que había hecho, sabía que las manos de la rubia estaban llenas de sangre.

Cuando estaban en Milán, escuchó hablar a su esposa por su teléfono celular. Nunca supo quién era, solo pudo escuchar que la voz del otro lado le decía que ahora era una asesina de niños. Antes de contestar, la rubia soltó una carcajada y le dijo que tendría el dinero para la operación de su hijo a más tardar mañana, luego colgó.

Natasha no lo sabía, pero quien estaba hablando del otro lado era Jemes. Kaena no quería dejar cabos sueltos, le pidió a su hermano que mandara a unos hombres a seguir a su antiguo guardaespaldas y a su familia.

Jemes lo hizo. Luego, Kaena le dijo que mandara a matar a los tres, ni siquiera tuvo piedad con una bebé que no tenía culpa de nada.

Su hermano cumplió las órdenes, solo porque después le pediría un favor a la rubia. Él necesitaba dinero, una suma considerable, y lo que su padre le dejó fue miseria. Solo Andrea y Kaena recibieron buenas sumas y con lo que ganaba en la empresa de su madre no bastaba.

Kaena le dio el dinero y le aseguró que mantuviera la boca cerrada. De lo contrario, ella lo mataría a él y a su hijo.

Después de todo, ya no importaba nada. Un muerto más, un muerto menos.

Después de un par de minutos, la rubia salió y volvió a la sala. Su esposa y su hija ya estaban ahí con los demás.

Kaena - Vamos al departamento, Kazz. Quiero ver a mi sobrino.

Shiloh - ¿Podemos acompañarlas? - preguntó, sus hermanos y él no lo conocían, solo lo veían en fotos.

Kaena -  Claro.

Natasha - Yo me quedaré.

Kaena - Claro que lo harás. Nadie te invitó a ir - la pelirroja se levantó más que molesta del sofá y caminó rumbo a las escaleras.

Besos Que Destruyen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora