~ Talon de Aquiles 4 ~

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- Casa de Kaena

Kara convenció a Octavia de que fuera a cenar en la noche. La rubia estaba convencida de que podía hacer feliz a su hermana, volviéndola a unir con la mujer que ella aseguró amar.

Kaena llegó a la casa y al entrar a la sala se encontró con Shiloh, quien le contó lo sucedido. En ese momento, cuando ella iba de salida, se encontró con su hermana y Lauren.

La rubia les preguntó a las tres si estaban bien, y ellas le dijeron que sí, que no había de qué preocuparse.

Kaena tomó a Morrigan del brazo y la subió a rastras hasta su habitación. Kara iba detrás de su hermana, sabía que ella era demasiado explosiva y tenía algo de miedo de que el inconveniente se transformara en algo mucho más grande.

Morrigan no sabía qué pasaba, su madre nunca reaccionaba de ese modo.

Cuando entraron a la habitación, la rubia soltó el brazo de la niña y esta caminó hasta el ventanal, dándole la espalda a las gemelas.

Kaena le pidió a su hermana que la dejara sola con su hija. Kara le dijo que no tomara tan mal la rabieta de su hija, pero su hermana solo asintió. La ojiazul salió y caminó a su habitación.

Morrigan estaba acostumbrada a que ese tipo de reacciones las tuviera su madre Natasha. Era ella quien siempre le decía que a las personas se les debía tratar con respeto, más aún a las que le servían.

Kaena camino hasta su hija y la tomó fuertemente del brazo. La niña se quejó pero se calló de inmediato al ver el rostro de su madre. Esta la sacudió y la tiró al suelo, después la levantó y la agarró del cuello, apretándola con fuerza.

Kaena -  No vuelvas a hacerlo nuevamente, ¿escuchaste? Nunca, o te juro que te alejaré de mí para siempre. No dirás nada de esto, solo pedirás disculpas, ¿entendido? La niña no contestó, las lágrimas que se deslizaban eran la mejor respuesta.

Quince minutos después, la rubia entró a la habitación y vio a la niña sentada en la cama llorando sin parar, y a su hermana cruzada de brazos frente al ventanal.

Kara caminó hasta la cama y limpió el rostro de su sobrina, y le dijo que ya todo estaba olvidado. Kaena miró la escena, pero después camino hasta la puerta. Antes de salir de la habitación de su hija, le dio una seria advertencia.

Dicho eso, salió dando un fuerte portazo. Kara vio lo asustada que su sobrina estaba, la calmó y después la bañó, le ayudó a vestirse y luego le leyó un cuento de piratas. En cuestión de minutos, la hija de Kaena se quedó dormida, pero antes le pidió una disculpa.

La rubia salió de la habitación y se acercó al barandal del balcón, había risas y todas provenían de un lugar.

Kara bajó las escaleras y caminó hasta la sala. Se encontró con su hermana sentada en el suelo con León sobre su regazo, había muchos papeles de envoltorios.

Kaena había comprado muchos regalos y cuando salió de la habitación le pidió a la muchacha que los trajera a la sala. Shiloh estaba feliz por los libros que esta le había regalado.

Igual los mellizos, al parecer Kaena siempre sabía qué cosas les provocarían una sonrisa en el rostro.

Cuando Kaena vio a su hermana, se quitó a León de su regazo, no sin antes darle un beso en la cabeza. Caminó hasta ella y como hizo con la joven, le pidió una disculpa, le dijo que no volvería a suceder.

Kara abrazó a su hermana y le dijo que todo estaba bien. Kaena rompió el abrazo y le dio un beso en la mejilla, caminó hasta la escalera y subió.

Se sentía agotada. Extraño, pensó. Entró a su habitación y se quitó la blusa negra algo ceñida, sacó su celular de su bolsillo y lo tiró sobre la cama. Se sacó el pantalón y caminó hasta el cuarto de baño.

Besos Que Destruyen Donde viven las historias. Descúbrelo ahora