Una historia de amor que empezará cuando el sentimiento de amor nazca dentro de ellos, uno se verá en la obligación de ocultar estos para evitar el rechazo, mientras que el otro busca la alternativa de eliminarlos.
Pero después de un percance se da...
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Jungkook posó sus manos en el firme trasero de su novio, sosteniéndolo para que este no cayera al duro y frío suelo.
— Mi celo ha llegado, Kookie. —Dijo dejando sus manos en los hombros del azabache.—
— Lo se, él mío por igual... ¿estás listo?. —Preguntó lo último buscando en los ojos contrarios una pizca de arrepentimiento, pero solo encontró deseo y lujuria.—
— Nunca he estado más listo. —Respondió dándole una pequeña sonrisa, juntando sus labios en un beso lento, separándose después para sentir como su alfa empezaba a caminar hacia el segundo piso.—
Jungkook subió la escalera con cuidado, al subir caminó un poco por el pasillo hasta llegar a la habitación del omega, la cual tenía la puerta abierta, notándose algunas cajas y maletas.
Se adentró al cuarto cerrando la puerta con su pie, caminando hasta llegar a la cama y caer junto con su omega, quedando este debajo de su fuerte cuerpo.
Sus labios volvieron a unirse, moviéndose con parsimonía sobre los contrarios, disgustando el sabor de estos y su increíble suavidad, entreabriéndose para dejar que sus lenguas tocaran las contrarias para luego empezar una pequeña guerra entre ellas.
»Hazle el amor a nuestro omega, humano, hazlo sentir en las nubes con tan solo un toque.
Jungkook escuchó a su lobo, asintiendo interiormente ante sus palabras, le haría el amor al omega más hermoso del mundo.
Sus labios se separaron a escasos centímetros, sintiendo como sus calientes respiración se mezclaban de tal forma que hacía sus pieles erizarse.
Jungkook se levantó para poder quitar su suéter, sacándolo de su cuerpo y lanzándolo por algún lugar de esa habitación, volviendo a inclinarse hasta los labios de su amado, besándolo, mientras sentía las manos de este en su piel desnuda.
Las manos del azabache bajaron al inicio del suéter del peligris, alzándolo poco a poco, mirando como el omega subía sus brazos para deslizar aquella prenda fuera del cuerpo de éste.
Los ojos azabaches delinearon la figura de su chico, quedando más encantado de lo que ya estaba con aquella obra de arte que tenía debajo suyo. Inclinándose hacia éste de nuevo, llevando sus labios al tentativo cuello, empezando a repartir besos lentos mientras sus manos se quedaron en la fina y pronunciada cintura del moreno, dando caricias con los pulgares de vez en cuando.
Succionó la sensible piel del cuello, escuchando como su omega dejaba salir un hermoso jadeo ante aquel acto, sintiendo después la lengua del azabache lamer su creación.
Sus besos bajaron hasta quedar en esas magníficas clavículas, pasando su lengua delineando cada una con fervor, dando leves mordidas a cada una, sintiendo las delicadas manos del omega posicionarse en su cabeza, enredando sus largos dedos en la azabache cabellera del alfa.
