Capítulo 10. Nuestro momento

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Despertar con el sol abrazando tu piel de una forma única, es una de las mejores sensaciones que podrás tener.

Pasé la mano por mi lado derecho, y me percaté de que Blake no estaba. Suspire de la agonía que me causaba el no tenerlo aquí y me levanté de la cama en busca de algo que ponerme.

Abrí su armario, y cogí una camiseta cualquiera.

Caminé por toda la casa, pero él no estaba en ningún sitio. Me serví un poco de café en un taza y me lo bebí cerca de la gran ventana del salón, mientras miraba mi teléfono, y avisaba a mi hermano de que estaba en casa de Blake.

Poco tiempo después llegó él cargando un par de bolsas en cada mano.

- Hola, ¿qué tal has dormido? - Me preguntó dejando las bolsas en el suelo, y acercándose a mí.

- Bien.

Le di un beso aunque quería darle miles más.

- ¿Qué traes ahí? - Le preguntó la anciana cotilla que llevaba dentro.

- Cosas para ti. - Caminó hasta las bolsas y las acercó a mí.

Las abrí y sí, definitivamente eran cosas para mí. Ropa para ser más exactos, y cosas de aseo que necesitaría en breves.

- ¿Y esto para qué es?

- Para que lo utilices, boba

- Lo sé, pero digo qué me has comprado algo que tenía en mi casa.

- Ajá, sí, ¿cómo piensas salir de aquí? Fuera hay como ochenta periodistas esperando a que tú y yo salgamos.

- No jodas.

Me levanté del sofá, bajo la atenta mirada de Blake, camine hasta la ventana, donde se veía perfectamente que sí, había periodistas.

Me tiré de nuevo en el sofá, boca abajo, y escuché la risa de Blake.

- No te rías, estoy horrible. - Le dije con la cabeza metida de lleno entre los cojines. - Ellos esperan una súper modelo, de metro ochenta, piernas largas y cara de ángel.

- Pero yo no. - Acarició mi cabello. - Además tú eres también preciosa.

- Deja de mentir, te crecerá la nariz como a pinocho.

- Y a ti también. - Reímos los dos casi al unísono, y aquello me trasmitió demasiada felicidad. - Levanta, vamos, hay que ir a desayunar. - Me dijo mientras se levantaba del sofá, y me pegaba pequeños golpes en el trasero.

- Oye, no toques, es privado.

- Estoy de acuerdo.

Le tiré el cojín del sofá y lo supo esquivar a la perfección, malditos jugadores de fútbol.

- ¿Vendrás a verme el sábado? - Me preguntó.

- ¿Quieres que vaya?

- Tú qué crees.

- Nunca me has pedido que vaya a tus partidos.

- Pues ya es hora, ¿no crees?

- Entonces iré.

Me levanté del sofá, y fui hasta él, ni siquiera yo me esperaba ese abrazo, y de la forma tan sincera en la que me salió. Él no dudo en reaccionar ni un segundo, y me envolvió de manera cálida con sus brazos.

No dijimos nada, simplemente nos quedamos ahí, él con su corazón palpitando de una manera exagerada y el mío, muriéndose de amor por él.

- Bien, vamos a alimentar a la fiera. - Me dijo refiriéndose a mi estómago. - Ve a cambiarte, te espero aquí.

𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂 𝚄𝙽𝙾 •2• ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora