Rodé un par de veces en la cama, mi cuerpo se enredó con las sábanas que lo cubrían y caí al suelo, soltando un grito ahogado. El cabello cubría mi rostro por completo, lo aparté rápidamente y miré hacía la puerta, donde Blake me observaba.
- No quiero que digas nada. - Levanté el dedo índice mientras me incorporaba.
Dio media vuelta y caminó hasta la cocina, donde se comenzó a escuchar como movía los cubiertos.
Dejé la maldita sábana en la cama y me vestí con una camiseta que encontré sobre la silla, la cual le pertenecía a Blake, y que ahora era de mi propiedad.
Me observé durante unos segundos en el espejo, mi cabello era un nido de pájaros. Le reste importancia y caminé hasta la cocina, el estómago me hacía saber que tenía hambre y que debía alimentarlo, sino me comería a mi misma, junto a un poquito de sal.
- ¿Qué tal? - Me preguntó sin poder aguantar la risa.
Le dedique una mirada bastante común en mí. Aquella que podría cortarte el oxígeno si pudiera, aunque centrándonos en Blake, quería hacerle de todo menos eso.
Rodeo la isla y paso su mano por mi cintura, beso mi mejilla suavemente. Ahí sentí mi corazón encogerse en la propia palma de mi mano, la Tierra dejó de girar, y el tiempo se detuvo.
- No puedes imaginarlo. - Pronunció.
- ¿El qué? - Acaricié su brazo.
Se quedó en silencio.
- Desayunemos. - Continúo diciendo. Volvió a donde se encontraba los platos con el desayuno, después de besarme la mejilla una vez más.
Lo dejé estar. Quizás él no quería hablar de esto. O quizás había algo en esa cabesita suya que no quería dejar escapar, estaba en todo su derecho, y yo, aunque la cotilla de mi interior se muriese por saberlo, debía respetarlo.
Desayunamos en silencio, con mi mirada puesta en él, en intentando averiguar o que alguna iluminación del señor me dijera que se cocía en sus pensamientos ahora mismo.
Cuando terminamos él se marchó y yo comencé a prepararme para ir a verle al partido. Tuve la pequeña duda de que él no creía que fuera a verle, pero por Dios niño, ¿cómo no voy a ir? Ver a a casi veinte hombres sudados, y sobre todo a él, a Blake. Es un fetiche fantástico que cumpliré hoy.
Me puse un tejano negro, y una camiseta que él mismo me dejó como indirecta en la cama. En su espalda estaba su nombre y el número que le pertenecía en ele equipo, el veintitrés. Coincidiendo con el día que vivimos a vernos, en el local donde celebre la firma de mi libro. Dejé que mi cabello húmedo bajase por mi espalda y coloque un poco de color natural a mi rostro con un toque de maquillaje.
Cogí mi bolso y caminé hasta el aparcamiento, con George, el hombre que me seguía a todos lados y que garantizaba que no me asesinaran en el intento de vivir mi vida. Arranque el coche cuando los faros del coche de George parpaderon un par de veces, indicándome que era seguro seguir.
Coloque mis gafas de sol en los ojos y conduje hasta la casa de mi hermano. Toqué la bocina un par de veces y vi como salían de casa. Detrás de ellos salió mamá junto a Bella, y junto a ellas Carl, el hombre que se encargaba de su seguridad, y Philip que acompañaba siempre a mamá.
Les mandé besos desde la distancia y observé como Abby se montaba en el asiento del copiloto.
- Perra, ¿lo has robado? No creí que fueras capaz. - Bromeó.
- Pues ya ves, cuidado. - Solté una carcajada.
- Venga, llegaremos tarde. - Nos regaño mi hermano.
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𝚂𝙴𝙰𝙼𝙾𝚂 𝚄𝙽𝙾 •2• ✔
Romance☾︎ 𝚝𝚎𝚛𝚖𝚒𝚗𝚊𝚍𝚊 ☽︎ *EN EDICIÓN* Eran únicos juntos, inigualables separados y tan distintos al compararlos. Bella y Blake eran jóvenes e inexpertos en el amor, y eso conllevó a que los baches fueran algo primordial en su relación, y a causa de...