Midas-Bajo el frío del Oro

Capítulo 50: Felizmente amenazados

*Narradora*

Se llegó la mañana y los rayos de sol despertaron a Brite, se froto un poco los ojos para hacer más nítida su visión y se sentó en la cama estirándose. Dió un suspiro y se dispuso a levantarse para darse un baño pero en la mesita de al lado vio un sobre blanco así que lo tomó abriéndolo y saco un escrito con esa letra que reconoció al instante.

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Hola ... mi amor, se que no quieres que te dirija la palabra pero tengo que decirte las últimas. Fui débil ante la oscuridad que alguna vez me dominó y lo siento. La única que pudo hacerme reaccionar en esa ocación fuiste tú, aunque ambos sabemos que si me hubiera dominado por completo esta isla ya no existiera. Quiero que sepas que si estoy totalmente arrepentido y se que dirás que solo es por qué volviste y no te voy a mentir, si es por eso. Me dolió perderte como no tienes una idea, mi más grande miedo se volvía realidad al verte ese día convertirte poco a poco en oro. Ya se que me dijiste que no buscara tu perdón pero aún así quiero obtenerlo, quizá jamás lo hagas pero viviré de esa esperanza. Te amare siempre a pesar de todo y no me importa si terminas odiandome, el hecho de verte con vida y saberlo me da la suficiente alegría para poder dejarte ir. No te preocupes, no te buscaré, no te hablaré y no intentaré hacerle daño a nadie más, ya cause suficiente temor en las personas y daño a este lugar que nos ofreció un hogar. Perdón por haber cometido todas estas atrocidades. No puedo entregarles la espada porque aunque lo hiciera no podrían protegerla, y con mucho pesar acepto haber sido el causante de la muerte de la protectora y por eso mismo la espada no sería segura en sus manos, no podrían, solo significaría ponerlos en peligro. Desaparecere de sus vidas junto con la espada para mantenerla bajo mi protección, sé el riesgo que representa y el error que cometí al traerla. Perdón por eso y por todo lo demás, aún así quiero decirte que te amo y que jamás dejaré de amarte. Adiós

Drift
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Una lágrima solitaria cayó por la mejilla de Brite, le temblaba la quijada, tenía ganas de llorar fuerte y desahogarse, pero no quería incomodar a midas o a Jey. Junto la carta a su pecho como si la abrazara y bajo su cabeza derramando unas cuantas lágrimas más ahogando su llanto. No podía dejar de amarlo tan rápido, pero tampoco lo podía perdonar era muy fuerte todo lo que había pasado, ante los ojos de todos era una mala persona y eso no lo iba a cambiar un simple perdón.

Midas y Jey ya estaban en la cocina preparando algo juntos para su invitada. Se sentían felices como en ningún otro momento.

- Es como un sueño estar así ambos, sin que el jefesito se ponga de gruñón y me pelee por todo - le sonreía burlona

- ¿A si? - la tomó de la cintura y la juntó a él - me voy a enojar si no me besas

Jey sonrió y pasó sus manos deslizandolas por su cuello para acercarlo y besarlo. Midas la tomo y la subió a la mesa quedando en medio de sus piernas mientras los besos se hacían más intensos y Jey se separó

- No estamos solos - le susurro sonriente

- Solo quiero un beso más - hablaba suplicante mientras buscaba los labios de jey hasta que lo besó.

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En señorío de la sal estaban los chicos reunidos en casa de skye.

- No puedo creer que porfin alguien de nosotros formó una familia - skye estaba acostada en un sillón

- Somos los únicos solteros, hasta el jefe con ese carácter se consiguió novia - dijo tina

- Tal vez si dejaran de ser tan chismosas - brutus vio a tina - o tan infantiles - miró a Skye