Henrik desapareció a través del salón. Conseguí cruzar una mirada con Martha pero sólo me la devolvió apenada. Por suerte no vio quién me acompañaba.
Harvey se mantuvo a mi lado suplicándome volver a casa, y Henrik jamás volvió a asomarse por esa ventana por mucho que le gritara. Ni siquiera cuando empecé a sollozar y Harvey parecía estar muy molesto por ello, pero no me detuvo. Tampoco creo que pudiese hacerlo.
Sé que tampoco es justo para él y sé que herí sus sentimientos. Pero me nació. Sollocé tanto por Henrik, por quererme despedir, por pedirle perdón, por no entender en qué momento se molestó conmigo, quería sollozar por no haberme dado tiempo a explicar que simplemente no quería hacerle más daño a Harvey del que le iba a hacer, pero él tampoco se lo merecía.
Sollocé por las veces que le buscaré por los pasillos y no le encontraré. Por las fiestas que me perderé de buscarle y por los chupitos que querré brindar con él. Por los bailes que le querré obligar a seguir conmigo. Y por no verle nunca más hasta dentro de dos malditos años.
Sollocé por mi culpabilidad con Harvey, por sus ojos lagrimosos y su voz temblorosa.
He actuado según lo que sentía porque no quería que nadie sufriera, y ahora la que llora soy yo.
Le llamé por el camino, una y otra vez, pero jamás me respondió. Volvió a repeler la tecnología. Subí hasta mi cuarto, y Harvey se echó a mi lado. Cerré los ojos y sentí mis mejillas impregnadas en lágrimas, él me besó la cabeza y me pidió disculpas. No pude arquear palabra alguna. Tan sólo quería echarlo todo hacia a fuera, y él pareció entenderlo.
¿Cuántas veces he llorado? No tantas como las que me hubiesen gustado. Me he reprimido en muchas ocasiones porque pensaba que eso me mantendría fuerte, pero sólo me abría una brecha que con cada sollozo ahogado se abría más y más, hasta que ha acabado abriéndome en canal por completo.
Al despertar a la mañana siguiente, lo primero que pensé fue en que hoy es el día. Ese terrible día. Y hoy perdía mi oportunidad de todo. Harvey amaneció al mismo tiempo que yo, volvió a disculparse y parecía disgustado por lo ocurrido. Le dije que yo no estaba bien, que necesitaba tiempo para mí, y que eso no le incluía a él. Harvey me dio un beso en la mejilla, se despidió de mis padres, no sin antes agradecerles el trato recibido, y desapareció por la puerta principal. Y respiré aliviada. Aunque sabía que sólo estaba aplazando lo inevitable, y que el querer ganar tiempo, por pocos segundos que fuesen, me salió el tiro por la culata.
Y maldigo el momento en que no pregunté a qué hora salía el vuelo de Henrik. Sólo pensaba en que se iría hoy, pero no le di importancia a la hora en que saldría el vuelo. Porque pensé que tendría una noche para despedirme de él y que la hora del día en que se fuese de verdad no importaba, pero ahora es todo lo que importa.
En el desayuno, mis padres se percatan de que me ocurre algo, y yo tampoco intento esconderlo. Papá le susurra al oído a mamá que cree que quizás me he peleado con Harvey, pero ella niega con la cabeza y decide romper el tenso ambiente al que les he sometido:
- Holly, ahora te vestirás tú solita. ¿Te parece bien? -le sonríe.
Ella deja la cuchara dentro del tazón de leche con cereales.
- ¿En serio? ¿Puedo ponerme lo que yo quiera? -contesta entusiasmada.
Mamá asiente queriendo compartir su emoción.
- Hoy es el día en que Henrik coge el vuelo a Londres. -Mi corazón da un vuelco al escuchar su nombre y la palabra Londres en la misma frase-. Hacen una pequeña ceremonia de despedida ahora en su casa, así que cuando acabemos de desayunar, podrías escoger las prendas que quieras para la ocasión.
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LA CHICA CON EL ALMA DE HIERRO | Libro I Y II
Teen FictionAtenea Hamilton esconde en lo más profundo de su ser distintas historias, en las que todas tienen algo en común: él, Henrik. Tras siete vidas, estas dos almas se reencarnan una vez más para volverse a encontrar. Sin embargo, parece que esta vez el d...