2. Seis años

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Mañana es 13 de septiembre de 2007, lo que significa que es mi cumpleaños. Mamá lleva entusiasmada con esta fiesta desde hace meses, siente que es especial. Papá lleva planeando algo también desde hace bastante tiempo, y por muchos pucheros y lágrimas de cocodrilo que les he mascullado, ninguno me ha dado ni una sola pista.

Lo único que sé por seguro es que han organizado una comida en un restaurante de alta categoría en las afueras de la ciudad. Un restaurante conocido por estar en medio de un prado donde dominan los jazmines y orquídeas, además de que disponen de un amplio espacio con colchonetas donde mis primos y yo podremos jugar hasta saciarnos.

Los cumpleaños sirven para recordarnos que hemos cumplido un ciclo más, supongo que son peculiares a su modo pero realmente no entiendo porque este en particular es tan especial para mis padres. Pero incluso mis tíos y primos de Italia y California vendrán a festejar por la ocasión.

Llevo mi atención hacia lo que ocurre fuera, observando a través de la ventanilla del coche. Mantengo mi inocencia, tratando de seguir el recorrido de cada una de las gotas de lluvia que caen por ella. Me percato de que papá intenta sincronizar una buena emisora de radio para que el viaje se haga más ameno y mamá no despega su vista de la carretera, sus uñas de gel se clavan en el volante cada vez que la radio esboza ese chirrido.

Suena una canción que, a pesar del fuerte sonido de la lluvia y de que ha costado encontrar una emisora con buena señal, esta se escucha a la perfección: Walking on the Moon, The Police. Empiezo a tararear y a cantar alguna entonación.

Papá y mamá intercambian una mirada divertidos.

- Cielo, ¿cómo te sabes esta canción? Ni siquiera habías nacido cuando salió -dice papá, dejando de lado su teléfono para mirarme dulcemente.

Yo me encojo de hombros.

Intento asomarme por el asiento del medio para poder ver la carretera con más claridad, pero esta silla portátil deja limitado cualquier movimiento que quiera hacer, dejándome ver sólo la parte trasera del asiento del copiloto. Miro hacia abajo y muevo lentamente mis botas de agua, jugando con el pequeño sonido que hacen estas al contraerse entre ellas. Aunque nada me gusta más que peinar a mi muñeca.

- Ten cuidado por esa curva, es muy cerrada -le alerta papá, colocando su mano sobre la rodilla de mamá.

- Lo sé. Thomas, no me pongas nerviosa -musita.

Papá alza sus manos en señal de rendición. Después, vuelve a agarrar su móvil y sus dedos se mueven con rapidez.

- ¡Meredith, no, no, el coche! ¡Meredith! -grita mi padre. Coloca su mano en el freno de mano, pero después todo se vuelve negro.

Un estruendo sacude nuestro coche zarandeándome de un lado a otro. Mi muñeca Chloe se escapa de mis manos y mi cabeza recibe un sinfín de golpes contra los respaldos laterales de la sillita.

Después de varios minutos en los que he permanecido con los ojos cerrados, siento que el coche se detiene lentamente. Abro los ojos con lentitud y me tranquilizo al ver que el brazo de mamá se estira hasta tocar mi pierna, que la acaricia suavemente. Echa su cabeza hacia la derecha dejándome ver parte de su perfil. Está adormecida, una línea de sangre corre a un lado de la cara y su labio está partido. 

Papá echa la cabeza hacia la izquierda, dejándome ver ese rastro de sangre que desciende desde su frente hasta el hombro.

- Mierda -masculla-. Atenea... Meredith... Atenea... -arrastra las palabras, apenas se pueden entender. Mamá aún parece estar luchando por recuperar la consciencia.

LA CHICA CON EL ALMA DE HIERRO | Libro I Y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora