12. Henrik lo acaba de cambiar.

499 52 4
                                    

Multimedia: Aquí hoy tenemos fotito de Noora ❤️ una buena amiga que sabe liar a Atenea con el chico guapo de la fiesta... Inteligente, sensata y honesta, aunque... CUIDADO CON CONTARLE UN SECRETO, TIENE LA LENGUA DEMASIADO LARGA.

Verano de 2011.

La luz del sol penetra en mi piel en toda su totalidad. Siento como mis labios se secan rápidamente y debo humedecerlos cada pocos segundos con saliva. Cada rayo encarna la misma sensación de como si estuviera frente a una gran hoguera llena de madera quemándose, pero esto es típico en Miami.

Levanto la mirada y el sol me ciega por completo, cierro los ojos fuertemente y una lágrima amenaza con salir. Cuando por fin puedo abrirlos, me incorporo en mi lugar hasta quedarme sentada y me apoyo sobre mis brazos. Diviso a mamá y a Martha, todavía se encuentran tumbadas sobre las toallas, cada una con unas gafas de sol de lo más exageradas mientras parlotean y ríen como adolescentes en plena etapa hormonal.

Parece que están de lo más cómodas, sin embargo, yo no puedo aguantar más. Necesito refrescarme o de lo contrario no tardaré en desmayarme, quizás esto es el principio de una posible insolación.

Giro disimuladamente el cuello hacia la derecha buscando a Henrik, pero como de costumbre, no está en su toalla, donde debería estar. Debí imaginarlo porque su ausencia se nota demasiado, sobre todo teniendo en cuenta la inmensa tranquilidad de la que estaba disfrutando. Ojalá algún día Martha pueda cumplir el sueño de que su hijo esté tranquilito y sentadito en su toalla disfrutando del maravilloso sol de verano. Pero debería asumir que eso jamás ocurrirá, él jamás podrá estarse quieto donde le dicen por más de dos minutos seguidos, necesita moverse, jugar y, por encima de todo, molestar. Y desgraciadamente, esa última opción suele incluirme a mí.

Rodeo mis rodillas con los brazos, la brisa es cálida pero agradable. Antes de levantarme por completo, repaso esas partes de mi cuerpo que ya se ven rojas y agrietadas, así que alcanzo el gran bote de crema solar del bolso de mamá y me echo en gran abundancia, aunque enseguida me arrepiento al ver ese gran manchurrón blanco que cuesta tanto de esparcir y, tras varios minutos frotando con fuerza, mi piel lo absorve por completo.

Decido levantarme colocando mi mano en la frente, acercándome despacio y cauta a la zona de las piscinas.

Siempre debo ir así si no hay rastro del paradero de Henrik.

Al llegar al borde de la más pequeña, comienzo a valorar otras opciones porque me resulta demasiado desagradable sólo pensar que los bebés estarán meándose encima. Por otro lado, la piscina mediana está casi vacía, sólo hay un par de chicas sentadas en el bordillo con las piernas sumergidas.

Al girarme y mirar por encima de mi hombro, diviso de nuevo a mamá y a Martha aún en el césped, el resto de esos niños que parecen divertirse con la primera mosca que ven, se limitan a dar vueltas y vueltas tratando de evitar el agua de los aspersores.

Todos menos Henrik, que algunos días parece el menos imbécil entre los imbéciles.

No puedo evitar fijarme en él los pocos segundos que mi desesperado cerebro me regala de margen, porque mi curiosidad no puede no despertarse al verle hablando con dos chicos mientras no dejan de señalar a un pequeño grupo de chicas que jamás había visto por aquí.

Tú no conoces a toda la ciudad, puedo escuchar lo que me dice él respondiendo a mis pensamientos.

Ellas se encuentran un poco más alejadas del resto, sentadas sobre el húmedo césped mientras juegan con un par de muñecas que enseguida distingo que son aquellas nuevas que últimamente salen tanto por la televisión, aunque parece que están disfrutando más por la atención que les presta Henrik y los demás.

LA CHICA CON EL ALMA DE HIERRO | Libro I Y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora