29. Te mereces ver el mundo.

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Me abrocho la chaqueta con mucha más dificultad de lo que me suposo quitarmela para él. Permanezco cerca del agua para tener la ventaja del humo ardiente que me reconforta y me permite combatir el frío. Henrik, mientras él también se viste, (para mi desgracia), no me pierde de vista. Se preocupa y se asegura de que cada segundo que pasa esté más tapada y segura.

Pero una vez ambos estamos vestidos y listos para regresar a la cabaña, siento que algo ha cambiado en nosotros. En cierta forma, seguimos sin creer lo que ha ocurrido aquí, en un lugar tan remoto e inesperado. Y me aterra lo que pueda ocurrir mañana cuando despertemos y recordemos lo que hicimos. Puede ser muy distinto lo que sentimos ahora en caliente, a lo que sintamos mañana en frío.

Mientras acabo de amarrar mis zapatos debidamente, no paro de cuestionar las consecuencias que pueden desatar lo que ha sido nuestra unión. Todo lo que ha albergado nuestra existencia y que han intentado precisamente evitar esto, quizás, y sólo quizás, eran la perfecta advertencia para que jamás uniéramos nuestros cuerpos porque así debía ser, sea por el motivo que sea. Pero a la vez, mi corazón me dice que si fuese así, no hubiésemos llegado hasta este punto. Si no debiese haber ocurrido, no habríamos hecho lo que hemos hecho con tanta delicadeza y pureza. Y sobretodo, con tantísimos sentimientos inexplicables y tanto placer.

Henrik empieza a doblar la manta con tal de volver a colocársela sobre el hombro. Con una sonrisa satisfactoria y un leve movimiento de cabeza, me invita a seguirle para volver a perdernos entre la nieve del camino del más allá. Pero permanezco intacta en el lugar, sin poder moverme:

- ¿Atenea? Volvamos. Hace mucho frío -susurra, llevándose la brisa sus palabras.

- Yo... Me gustaría quedarme sólo un rato más. Unos minutos, no importa cuantos, pero un rato más. Porque quiero continuar siendo tan sólo tú y yo, aquí, perdidos y lejos de todo y de todos.

Henrik eleva una de sus comisuras, y resoplando levemente vuelve a colocar la manta sobre el suelo bien extendida y se acurruca en ella, para invitarme con la mirada a que me eche junto a él.

- No podremos estar mucho más -jadea contra mi oído.

- Lo sé, y no importa -finalizo, girando mi rostro hacia él, y admirando las grandes puertas de su alma.

Y es que dudo que jamás pueda volver a mirarle de una forma distinta a la que lo hago ahora. Excitación, amistad, terror, carisma, placer, honestidad, comprensión, sensualidad, espiritualidad, conexión, ansiedad, satisfacción, amor. Es todo lo que llego a sentir con él. Y jamás podré verle como el Henrik que entró en mi vida cuando era una niña y se quedó para ser casi parte de mi familia. Como aquel crío asustado y duro que me enfurecia, como uno más en el instituto o como un mero viejo amigo. No. Jamás podré mirarle de una forma distinta a la de ahora, y es que Harvey jamás me ha hecho sentir así, tan viva, tan completa, y que por mucho que pensé que todo estaba bien, no era suficiente. Pero Henrik supera a cualquiera de mis expectativas, sorprendiéndome más en cada ocasión y dando sentido a mi vida y a mis sueños. Mi conexión con él es increíble, extravagante, inexplicable. Podemos leernos a través de una mirada, pero para mi mala fortuna sé que siempre tendré una espina clavada y me decantaré a pensar en que algunos de sus actos se deben a que en el fondo aún tiene el alma del niño pequeño que sólo expresaba sus sentimientos contra mí, haciéndome daño por no saber gestionar sus emociones y por querer llamar la atención.

- Ha sido increíble, Henrik -suelto sin vergüenza alguna. Y él sonríe, haciéndome saber que también lo piensa pero supongo que su ego -que a veces cubre bajo unas dulces palabras- sigue existiendo y no le permite admitir este detalle insignificante.

LA CHICA CON EL ALMA DE HIERRO | Libro I Y IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora