capítulo 35

569 31 3
                                    

EVA:

Llevábamos unos minutos a la deriva en el bote. Nadie hablaba ni decía nada, yo estaba con mi cara escondida entre mis rodillas.

No quería que me vieran llorar. Pero la persona que estaba a mi lado me conocía demasiado bien para saber que lo estaba.

- Eva... - me susurró al oído para que nadie me se enterará - todos estamos tristes, yo también... - dijo esto último más bajito. Levanté mi cara por mirarlo extrañada.

- Dijo que dudabas de él y pensabas que nos estaba mintiendo - dije.

- Por eso me siento mal... - miró hacia abajo - lo juzgué mal y ahora no está para poder disculparme. Ha muerto sin saber que le estoy agradecido.

- Ha muerto sin que sepa que todos le estamos agradecidos. Yo había hablado con Sam para enseñarle Galicia, llevarle al bar donde siempre vamos las chicas y que fuera feliz porque seguro que allí no lo era.

- Bueno, vamos a tranquilizarnos - me abrazó - llorar no va a servir de nada, pero este donde esté sabrá que lo queremos.

- Y mucho - me tranquilicé en los brazos de Hugo. No sé cómo lo hacía pero aunque alrededor se estuviera acabando el mundo si él me abrazaba me olvidaba de todo.

Entre todos los días que llevaba sin dormir o dormía muy poco, lo relajada que estaba entre sus brazos y el ruido de las olas me quedé dormida.

- Eva - escuché el susurró de Hugo en mi oído. Abrí los ojos poco a poco para mirarlo - estamos viendo tierra.

Mis ojos se abrieron como platos y no salté porque sino me caía al agua pero me emocioné mucho, me asomé lo más que pude y vi al fondo un puerto.

Cada vez que nos acercábamos íbamos viendo mejor, había muchísima gente. Familia y amigos, detrás de una cinta muy larga vigilada por la policía había muchos periodistas y personas de la ciudad que echaban fotos y grababan.

A un lado estaban el resto de los que viajaban en el barco. Al llegar nos empezaron a atender los médicos.

- ¡Eva! - escuché que me llamaban, me levanté y corrí ignorando a los médicos que no me dejaban ir. Hacia mí venían corriendo con los brazos en alto mis padres y Laura.

- Os he echado de menos muchísimo - lloré entre los brazos de los tres.

- Y nosotros a ti pequeña - dijo mi madre llorando.

Cuando terminaron de atenderme hacia mí venía una mujer rubia con un chico moreno.

- Hola - me dijo la mujer animada abrazándome.

- Hola - la saludé del mismo modo.

- Un placer - dijo el chico moreno tendiendo su mano, la apreté y le sonreí.

- Por fin nos conocemos - me dijo la mujer, era tan animada y te transmitía tan buena vibra.

- Igualmente - le sonreí tímida, me daba algo de corte.

- Hola, soy la madre de Eva ¿Te acuerdas de mí? - le preguntó mi madre a la mujer.

- Claro mujer - las dos se abrazaron y empezaron a hablar con mucha confianza. Yo las miraba extrañada a las dos.

- Parece que se llevan bien - la piel se me erizó al escuchar el susurro de Hugo en mi oído.

- Ya, pero es como si se conocieran. No sé, ¿Han hablado? - miré a Hugo ya que no me respondía - Hugo - dije.

- Vale, hicimos videollamada los tres y pues quedaron y eso - me crucé de brazos.

- ¿Sin mí? - levanté una ceja a la vez que me cruzaba de brazos.

- Haremos muchas más - me sonrió acercándose a mí, me rodeo la cintura y besó mis labios.

Después de tanto tiempo volvía a tenerlo entre mis brazos, volvía a sentir sus labios sobre los míos y esas mil mariposas en mi estómago.

. . .

Por fin llegué a casa, después de tanto tiempo e incluso sin saber si iba a volver.

- ¡Vega! - corrí a abrazarla y acariciarla con lágrimas en mis ojos, la había echado tanto de menos. Ella movía el rabo contenta.

- Ven Eva - me levanté dejando de acariciar a Vega. Me senté en una silla enfrente de mis padres, ellos me miraban serios por lo que supuse sobre lo que querían hablar.

- Cuéntanos todo con detalle - dije mi padre. Suspiré profundamente y comencé a contar todo desde el principio.

- Roi... - susurró mi madre pensativa mirando a mi padre - ¿Ese chico lo investigaron también no?

- Sí - mi padre se levantó saliendo del salón, después de un rato llegó con un libro en la mano.

- ¿Qué es eso? - pregunté pero no obtuve respuesta.

- ¿Este es Roi cierto? - me preguntó señalando una foto en la que aparecía hablando por teléfono.

- Sí es él - intenté leer un poco lo que estaba escrito pero mi padre se lo llevó antes de que pudiera.

- Aquí no hay nada sospechoso de él, por lo que en verdad era bueno - suspiré aliviada al saber aquello, pero también me hizo recordarlo.

- Eva hija - mi madre se acercó a mí al verme llorar - a lo largo de nuestra vida vamos a conocer a gente buena y no tan buena, se irán o de quedaran pero todos tendrán el mismo final y no podemos sufrir siempre por eso.

- No lo entiendes mamá, lo echo de menos y eso sí es para siempre - me sequé unas lágrimas.

- Eva deja de llorar - miré con el ceño fruncido a mi padre por el tono con el que lo dijo.

- Que fácil todo para tí, muchas veces pienso que eres un robot. Te da igual todo solo te importa tu vida y tú.

- Por eso llevo años contratando gente, investigando y trabajando para que tú y tu madre estéis a salvo y viviendo bien, ¿No? - está vez sonó más enfadado.

- No me refiero a eso. Sino a que seas más empatico, estoy mal por haber perdido a alguien y tú me dices deja de llorar. Para el trabajo bien pero para ayudar a tu familia no - vi como su cara cambiaba y cada vez se enfadaba más.

- Te lo voy a decir una vez y espero no tener que volver a decirlo. Sí soy así es porque quiero que no seas una llorica porque eso no va a dar buena impresión de tí y no es fácil ser jefa si eres así.

- ¿Cómo jefa? ¿De qué hablas? - pregunté extrañada.

- Vas a trabajar en el negocio.

•La Mujer Del Vestido Morado•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora