capítulo 37

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EVA:

Ya habían pasado tres años. Tres años desde aquel accidente que cambió mi vida y la de todos mis amigos, en el que perdí a gente y descubrí a otras.

Mi vida solo había ido a mejor desde entonces, obviamente preferiría no haber vivido aquello pero eso me hizo abrir los ojos y ver la realidad.

La convivencia entre los cuatro fue muy bien, nos pusimos reglas y dividimos los trabajos en casa así que todo perfecto.

Anajú encontró trabajo como diseñadora gráfica en una empresa, Samantha trabajaba en los teatros y cantaba, y Hugo y yo tocábamos por la noche en bares. En resumen todo iba genial.

Hace unas semanas Mai y Bruno nos llamaron para decirnos que se iban a mudar a Madrid, ya que ambos encontraron trabajo aquí, nos alegramos muchísimo por aquello noticia. Tras lo del barco ellos fueron unos de los que más empezaron a hablar, aunque todos lo teníamos claro ellos hasta hace poco no confirmaron que eran pareja.

Nuestros amigos también estaban bastante bien. En Sevilla se fueron Gérard y Anne, una de las parejas que salió del barco, también Javy y Flavio compraron allí un piso juntos.

Ariadna, Eli y Nick fueron unos de los que más se llevaron tras lo del barco, por lo que se fueron a vivir juntos a Barcelona.

Rafa se quedó en Córdoba con Noelia y Famous. Estos dos últimos decidieron hacer lo mismo que yo y desprenderse de los negocios familiares, aunque ellos tuvieron suerte y los comprendieron.

Nia y Jesús aún no habían encontrado un piso, tampoco lo buscaban. Se pasaban los días viajando y apenas paraban, según ellos querían conocer mundo pero todos pensamos que es una clase de vacaciones en pareja. Aunque ellos todavía no han dicho nada se les nota.

Marta, María, Sabela, Marilia y Julia se fueron juntas a vivir fuera de España, más exacto en Lisboa. Allí encontraron trabajo e iniciaron su nueva vida.

Todos seguíamos hablando, de vez en cuando quedábamos para irnos de fiesta. Aunque con tanto trabajo y que todos estábamos desperdigados es difícil coincidir todos.

Con mi familia ya no tenía ninguna relación, no volví a hablar con mi padre desde aquel día que me echó de casa. Con mi madre si seguía hablando y quedaba para contarnos cosas, me traía a Vega para que la viera.

- ¡Qué no lo cambies Ana Julieta! - me desperté por la voz de Sam desde el salón.

-¿Ya están estas dos? - preguntó Hugo adormilado.

- Voy a ver qué pasa - le di un beso para después levantarme.

- ¿Pero no te cansas? Estás todos el día viéndolo - se quejaba Anajú.

- ¿Qué os pasa? - pregunté llegando al salón.

- Anajú que no me deja ver...

- Está todo el día viendo puente viejo, estoy harta - la cortó Anajú.

- Anda si después te enganchas - dijo Samantha.

- Bueno, pero eso no importa - tocaron al timbre así que deje que ellas siguieron peleando, aunque en verdad no estaban enfadas, y me dirigí a abrir.

- ¡Buenos días sardinitas! - exclamó Mai sonriente entrando por la puerta con una bolsa. Me dio un beso en la mejilla y pasó - ¿ya estáis peleando por puente viejo? - rió soltando la bolsa en la cocina.

- ¿Verdad que le gusta? - señaló Sam a Anajú.

- Es verdad Jujiti, te gusta verlo - todos reímos por la expresión de Anajú.

- Gracias Mai, un placer contar con amigas así - dijo Anajú levantado los pulgares.

- Esto es mejor que un culebrón - me susurró Bruno en el oído riendo haciendo que yo riera.

- Illo madre mía ni dormir un domingo se puede - dijo Hugo entrando.

- Anda sentarse que llevo los churros - dijo Mai sacándolos de la bolsa.

- ¡Churros! - dijo Hugo emocionado como un niño pequeño.

Cuando Bruno puso el plato de churros en la mesa nos faltó poco para lanzarnos sobre ellos.

- Ni tiempo a sentarme coño - dijo Bruno riendo sentándose.

- Aquí hay que ser rápido - dijo Samantha.

- ¿Qué plan ahí para hoy? - preguntó Anajú.

- Yo ahora voy a ir a dar una vuelta para despejarme, pero esta tarde no tengo nada que hacer - dije.

- ¿Fiesta? - preguntó Sam.

- Samantha por dios si ayer estuvimos hasta las cuatro, ¿Cómo puedes tener ganas? - dijo Anajú.

- Es titi - rió Mai.

- Bueno, pues señora mayor diga usted que hacemos - Anajú miró con una mueca a Sam.

- Podemos ver Netflix - propuso.

Todos miramos a Sam, la cual a lo único que decía que sí era s los planes de fiesta. - está bien - dijo después de pensarlo.

- Bien - aplaudió Mai.

Terminamos de desayunar y me marché tras despedirme de todos. Me puse los auriculares, la música me ayudaba a desconectar de todo.

Después de tanto andar volvía a encontrarme en aquel sitio, dónde pasase lo que pasase me transmitía paz, en verdad preferiría no tener que venir aquí pero la vida había querido que me desprendiera de un ser de luz que me hacía feliz.

- Te traigo esta flor - la dejé sobre la tumba en la que estaba inscrito el nombre de Roi - te echo de menos, bueno todos te echamos de menos. Aunque ya lo sabes siempre te lo digo.

Noté la mirada de alguien sobre mí, miré a todos lados pero no vi a nadie. No había nadie hoy, pero notaba como me observaban.

- Te necesito, mi vida está bien. Todo sigue bien pero tú no estás y eso es lo único que me duele. Aunque también este así con mi padre y eso duele, pero él no me comprende - me senté en el borde secando mis lágrimas.

No hable más, simplemente estaba allí. Este sitio me transmitía tanta paz porque notaba como si él estuviera ahí, a mí lado abrazándome y dándome apoyo.

Decidimos enterrarlo aunque no tuviéramos el cuerpo, no encontraron ninguno en el barco.

Ya mismo eran las dos y tenía que volver a casa, siempre se me pasaba el tiempo volando cuando estaba aquí aunque no hablara. - tengo que irme, pero mañana vuelvo - le lancé un beso a la figura de ángel y me marché.

Antes de salir volví a mirar una última vez, enfrente de la tumba había una mujer entera de negro. Tenía hasta la cara tapada por lo que no la vi, decidí acercarme corriendo para saber quién era.

Pero al llegar la mujer ya no estaba y en su lugar había una nota, la cogí para leerla:

"Nosotros también te echamos de menos míster tortuga"

•La Mujer Del Vestido Morado•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora