capítulo 30

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HUGO:

- Hugo - escuchaba una voz llamarme muy lejos, no sabía bien de quién procedía aquella voz - ¡Hugo!

Abrí los ojos sobresaltado encontrándome de nuevo en la habitación oscura con Anajú en frente.

- ¿Estás bien? - me preguntó, entonces supe que la voz que me había hecho despertar era de ella.

- ¿Qué ha pasado? - pregunté, no me acordaba de nada.

- Te llevaron a algún sitio. ¿Qué te han hecho? - me miró preocupada y entonces empezé a recordar algo.

- Me llevaron a una sala, no tenía ventanas solo una bombilla en el techo. Era toda blanca y...

- ¿Y...? Hugo dilo.

- Una silla eléctrica... ¡Me sentaron en una silla eléctrica! - vi la cara de Anajú, estaba asustada.

- ¿Recuerdas algo más? - m preguntó pero yo negué - Si lo recuerdas me lo dices.

No me dio tiempo a responderle porque la puerta volvió a abrirse. Por ella entró un chico alto al que me sonaba de haber visto antes.

- ¿Ya estás más tranquilito rubito? - me dijo riéndose.

- Venga Sergio, ya es suficiente - escuché la voz de un chico desde detrás de la puerta, pero no veía quién era y tampoco había escuchado su voz.

- ¿Qué lo vas a defender míster tortuga? - se rió Sergio.

- No me llames así - dijo el chico defendiéndose, aunque sonaba algo asustado.

Sergio volvió a mirarme y sin decirme nada se giró.

- Después te toca a tí - señaló a Anajú con odio y salió por la puerta cerrando de un portazo.

En mi mente empezaron a venir recuerdos y en todos aparecía él.

- Era él - dije.

- ¿Recuerdas algo más? - me preguntó Anajú mirándome algo esperanzada.

- Me ataron en la silla y me decían cosas... Me decían que era un chico malo, que no valía la pena preocuparme por la guarra de Eva que a ella no le importaba nada. Me preguntaban una y otravez si Eva era bueno, si haría lo que fuera por salvarla y yo decía que sí y cada vez que la defendía me le daban más fuerte... Hasta que perdí el conocimiento.

La cara de Anajú cambio de una esperanzada a una asustada, sus ojos se llenaron de lágrimas.

- ¿Estás bien? - le pregunté.

- Me han dicho que después voy yo...
Tengo miedo Hugo.

No sabía que responder, nunca había estado en esta situación y tampoco era muy bueno tranquilizando o dando ánimos.

- Bueno tranquila, yo estoy aquí.

- Eso no ayuda mucho Hugo.

La puerta se abrió y entró un chico que no había visto nunca. Era más bajito que Sergio y tenía el pelo oscuro.

Me fijé en su brazo izquierdo, al lado del codo tenía tatuado una tortuga. Recordé entonces lo que antes dijo Sergio de una tortuga y supuse que él era el chico que estaba detrás de la puerta que me defendió.

- Gracias por defenderme antes - le dije, él me miró.

- No lo digas tan alto - dijo casi susurrando.

- ¿Por qué lo hiciste?

Se acercó a mí y desató mis manos, luego hizo lo mismo con Anajú. Nos dio la bandeja y sin decir nada se marchó cerrando la puerta.

•La Mujer Del Vestido Morado•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora