- I -

21 0 0
                                    


Su nombre es Remy Bazán, con una vida... patética, con muchos sueños que son aplastados por la realidad. Que realmente se ha propuesto poco en la vida, y piensa que sus sueños jamás se harán realidad...Alguien con poca fe... parece... poco falta para que su fe desaparezca por completo. ¿Qué o quien se lo impedirán?

Algo podría pasar... Alguien podría ser...

Es un lunes cualquier en la vida de Remy, solo que en este lunes se regresa de vacaciones. Remy cursa el quinto semestre de bachillerato y ya es hora de volver a la escuela, su realidad. Esto no le causa alegría alguna.

Todo es igual en su óptica, la misma gente, los mismos profesores, nada parece cambiar. Como en el tablero de ajedrez, parecen ya todos los roles definidos y cada quien juega su parte. Algunos haciéndolo con mas gusto que otros; Remy es de los segundos.

Siendo tarde salió con una presteza acelerada y entonces, después de dar una gran muestra de ciclismo por la calle y ser casi atropellado mas de un par de veces; llego con mucha apremio... se quedó dormido, para variar.

Los pasillos no son angostos, pero no es el único en ellos, parece que la mayoría durmió hasta tarde y los pasillos parecen un periférico intransitable.

Parecía que Remy llegaría antes de lo previsto... hasta que tuvo un choque inesperado.

En su ansia de poder llegar puntual, o lo mas parecido, tropezó bruscamente con una chica. Ella no cae de puro milagro, pero sus libros si. Sin mirarla detenidamente, la urgencia y la prisa le pisan el acelerador y en un intento de saber de quien se trata, de un reojo disimulado, solo puede ver una cara bonita y un par de ojos cafés, mirándolo nerviosamente sin ningún rasgo de enojo por el incidente. Debería haberla ayudado, pero no quiere que se malinterprete la situación, la lista de rechazos es muy grande y no desea tener uno mas y exponerse a burlas. A modo de excusa solo logra murmurar un magro: "Disculpa". El cual ni siquiera logra ser respondido y como una desconcertada espectadora mirando como, él se va de la misma intempestiva forma con la que le choco el instante anterior. Y sin palabras la joven recoge sus libros, sorprendida por el suceso.

Con una llegada digna de una carrera de la formula uno, y con final de fotografía, alcanza a llegar antes que el profesor...

Con la agitación de llegar al aula, y con el corazón en la garganta, observa los lugares vacantes y logra ver a su único amigo. Eduardo, quien al verlo le ofrece el asiento contiguo y se saludan como comúnmente hacen. (Ya se habían visto durante todas las vacaciones)

Como es de costumbre el profesor de un aspecto muy pulcro y con seño muy orgulloso, se sienta apaciblemente en su escritorio, como si de un trono se tratara. Se inclina para beber un trago de su café oscuro y observa la lista de alumnos que tendrá en el semestre. Acto seguido echa un ojo a cada uno de ellos. Se pone de pie, erguido totalmente como una lanza, emitiendo una, fría, fija y penetrante mirada a cada alumno; escudriñando su territorio. Era un recorrido fila por fila, mesa por mesa, nadie se escapaba... era su clásico recorrido para demostrar que su autoridad estaba sobre todo y todos. Terminado aquello el profesor ocupa a uno de sus alumnos, una de ellos siendo la preferida, comienza a pasar lista mientras él se postra ante el pizarrón y comienza a escribir en el.

Pensando que puede aprovechar el momento como oportunidad, Remy después de aquella silenciosa inspección, ansiosamente comienza a relatar con Eduardo la razón de su retraso.

- ¡Ah! Por poco no llego. –expresa con deshago-

- Como siempre te quedaste dormido, ¿cierto? –deduce con éxito su amigo Eduardo-

Promesas RotasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora