•OCHO•

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JÚPITER

— ¿Enserio? —Pregunto algo decepcionado y molesto a la vez—. Vengo a visitarte y te vas a ir a ver a Nashira. Me dueles, Orion, me dueles.

Orión se levanta con delicadeza de su silla y hace mohín mientras pasa sus manos por su cabello blanco. Rapidamente rodea el escritorio para evitar mi mirada, acto que me hace negar en un gesto claro de desaprobación.

—Lo siento—dice al fin dejando caer sus hombros. Rindiéndose—. Es solo que prometí llevarle un par de cosas. Soy de palabra, tengo que hacerlo.

Giro sobre el propio eje de la silla de oficina para enfrentarlo con una dura mirada.

—Veamos—murmuro, me llevo la mano a mi mentón para fingir que pienso en algo, sabiendo muy bien que aquello le genera algo de ansiedad—. Llevarle algo...—repito con detenimiento. Deslizo mi mirada por toda la cabaña—. Y por algo te refieres a...—detengo la mirada en sus ojos cafés con un toque de opresión por el tema, que sé, no es de su agrado. Nunca le ha gustado que me meta en su extraña y muy complicada relación con Nashira. La cual es algo más que amistad, pero sin ser un noviazgo. Exactamente, por eso lo hago, porque no es de su agrado—... Esa cajita roja que está en la mesa del fondo que sé que trae una linda joya que le regalaras. ¿No es así?

—Deja de meterte en mi vida, Júpiter—dice con seriedad antes de darme la espalda y llevar sus audífonos de su cuello a sus orejas. Una sonrisa burlona y satisfecha adorna mi rostro por el resultado de mi escena—. Recuerda que yo no me meto en la tuya—suelta antes de comenzar a caminar.

Grave error decir eso.

— ¿Ah, no? —pregunto burlón—. Qué hay de Vega, Venus, mi nombre real, mi pasado ¿Te suena?

Orión suelta una risilla cómica antes de volverse a mí. Sabía que no estaban encendidos esos audífonos, lo conozco lo suficiente como para saber lo que hace cuando se siente atrapado: fingir indiferencia o desinteres.

—Se te ha olvidado algo: Amnesia.

Le ruedo los ojos al levantarme.

— ¡Claro! —Suelto con sarcasmo—. Porque ahora no puedo comentar algo sobre una chica porque ya forma parte de mi vida —lo tomo de los hombros y lo guio a la mesa para que tome la cajita de terciopelo—. Eres patético, chico.

Él la toma y aparta sus audífonos de las orejas para salir de su cabaña, ya afuera el sol esta algo suave, como es común en la fecha. Y aunque no fuera la fecha, el sol tiene una forma extraña de ocultarse acá en Canadá, de hecho, vivimos cerca del Lago Black y solo recuerdo un verano en que pudimos bañarnos en el sin pescar un resfriado seguro.

Comenzamos a caminar por el césped verde y fresco por la lluvia de anoche. Meto mis manos en los bolsillos y le sigo el paso al chico.

—No comentaste solo algo—me recuerda cuando ya estoy junto a él—. Dijiste que era linda y que si no fuera por su humor de los mil demonios quizá hasta podría atraerte para...

—Basta— le detengo con brusquedad, y él vuelve a reír cuando alzo las cejas y lo señalo con mi dedo indice—. Recuerdo mis palabras.

Le lanzo una mirada perversa antes de soltar una risa tonta por el camino. Las cabañas estan relativamente cerca unas de otras para nuestra comodidad, por ejemplo, los dormitorios están cerca de la entrada, junto a este está la cocina y junto al mismo el gran comedor. Las cabañas de trabajo y vigilancia estan detrás de los dormitorios, las oficinas de armamento y de la comandante estan al este, mientras que la de vigilancia y aislamiento al norte y un poco más lejos que el resto.

AMNESIA © [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora