•VEINTIUNO•

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JÚPITER

Nieve.

Eran pocas las veces que la nieve y un día de descanso coincidían en el campamento. Con regularidad podíamos observar como caía la nieve y se congelaba el lago frente a nosotros, pero las veces en que podíamos estar todos reunidos en una cabaña tomando un chocolate caliente, o compartiendo de una comida sin que otro llegase de su trabajo eran muy preciados y poco inusuales.

Me aparto de la ventana y estiro la mano para tomar el suéter que he dejado anoche sobre la cama. Salgo por el pasillo consiente de la hora que es para despertar al resto, aun así me atrevo a tocar la puerta de Adhara. La pequeña pelirroja tarda unos minutos en abrir la puerta aun con su pijama rosa y su peluche de conejo blanco en la mano.

—Está nevando—me apresuro a decir antes de que su mal humor hable por ella. La pequeña pasa su mano por su rostro y parpadea un par de veces—. Nieve, hay nieve afuera.

Si Vega o Cosmos me vieran tocarle la puerta a Adhara solo para darle esa pequeña información de seguro se burlarían, y no es para menos, hasta a mí me sorprende. Pero realmente lo hago porque sé lo mucho que la nieve le fascina a ella, sé lo mucho que la valora, lo mucho que le recuerda a sus padres. Además, la chica se ha vuelto muy cercana a mí, y admito que me alegra verle feliz, creo verla como la única persona por la que usaría suéteres de colores, brillo de uñas o esmalte que ella considere atractivo. Son esas pequeñas cosas que realmente te hacen creer que tu verdadera familia es está.

— ¿Estas bromeando? —se limita a decir.

Niego con la cabeza a la vez que muerdo mi labio inferior para no soltar una risilla frente a ella. Realmente luce cómica con esas trenzas en el cabello.

Adhara vuelve a astillarse el rostro antes de entender mis palabras y dibujar una sonrisa en su rostro.

—Voy a prepararme—avisa antes de cerrar la puerta.

Sonriente avanzo solo unos metros más hasta la puerta de Amnesia y me adentro en su pequeño mundo de paredes blancas. La pelirroja se encuentra enrollada entre un montón de sabanas y abrigos, su cabellera suelta está en gran parte de la cama y su rostro. Amaría decir que luce bien, pero no, no lo está. Me siento en el borde de la cama y aparto el cabello de su rostro, el tacto la hace estremecer, arruga la nariz uniéndola con su entrecejo y luego se digna a abrir un poco los ojos amarillos.

— ¿Cuándo llegaste? —me pregunta desorientada, me hago a un lado para que pueda sentarse en la cama.

—Recién—me apresuro a contestar—. Ahora prepárate, quiero mostrarte algo.

Para el buen comienzo del día, Amnesia no refutó mi idea. Solo se incorporó para tomar unos de los monos al otro lado de la cama y caminar hasta el baño para prepararse. Intente pensar en las posibles maneras de que esto terminará mal, pero ya me daba igual. Amnesia al fin sale del baño, se ha quedado con el mismo suéter gris con el que durmió y ha amarrado sus rizos caoba en una cebolleta desalineada. Por mi cabeza aparece la idea de ir a la cocina para tomar un pan de desayuno antes de ejecutar el plan, pero la desecho cuando la chica me anima a mostrarle lo que ya tenía planeado.

La tomo de la mano y comenzamos a atravesar el pasillo camino a las áreas verdes que ahora estarían cubiertas de nieve. Cerca de la orilla del lago congelado logro divisar a Vega y Adhara jugar con un poco de nieve, e incluso a Venus asomarse sonriente desde la ventana de su cabaña de trabajo. Adentrándonos en el frio bosque Amnesia ya estaba con sus preguntas de donde iríamos o que haríamos en el bosque a estas alturas. No pretendía arruinar la primera nevada de la chica solo quería darle una sorpresa, y para no arruinarla con mi pésima futuro mal humor, opte por guardar silencio.

Cuando pasamos de largo la cabaña, supuse que la pelirroja preguntaría, pero para mi suerte solo se mantuvo en silencio sujetada de mi mano mientras la guiaba. Cuando al fin llegamos, me permito esbozar una sonrisa mientras suelto el aire.

Estábamos en una de las partes más altas del Lago Blake y del campamento. Desde este punto lográbamos ver el inmenso campamento y a las personas que rondaban por él. Pocos sabían de este punto estratégico que antes solían usar los guardias para vigilar mejor el campamento, considerándome un afortunado por el hecho de que el cerco protector se extendió ya hace un año.

La primera vez que vine aquí solo buscaba alejarme del campamento, y cuando decidí no caminar más me acerque al borde de la montaña para apreciar toda está vista, solo lo conocé Orión y sin embargo nunca ha venido de nuevo.

Soltándose de mi mano Amnesia avanzo un par de pasos hasta quedar cerca de la orilla, estábamos en la cima de todo, pero al parecer le restó importancia al peligro solo para estirar su mano y tocar con los dedos un inmenso copo de nieve. Sonriente se vuelve a mirarme, dando un leve movimiento a ese par de sus rizos que acabaron terminando cerca de su frente, dando el dúo perfecto entre la coloración de mejillas y labios.

Avanzo de nuevo hasta mí, permitiéndose abrazarme más por ella que por el frio. No la aparte, no quería.

Me agradaba.

Pocas veces podía apreciarla de esta forma: sin preguntas, sin malos humores, sin secretos, ni misterios. Ahora solo éramos una chica y un chico que se querían y podían estar juntos a pesar de su pasado.

—Un buen momento para celebrar, ¿no crees? —menciona la chica alzando la vista para verme.

— ¿Celebrar? ¿Qué? ¿Qué hay nieve? —me rio ante mi propia opinión.

—Que ayer llamo Poh—dice con una sonrisa a la vez que gira un poco para quedar frente a mí, aun sujetándome de la cintura—. A cambio de lo poco que sabía de la cacería me dijo algo, algo muy bueno—antes de poder preguntar algo Amnesia se apartó un poco y me extendió su mano—.Mucho gusto, me llamo Riley.

Riley.

Así que sí se lo dijo.

Sonriente acepto su mano y se la estrecho.

—Es un placer, Riley—continuo—. Soy Jared.

—No me deberías decir tu nombre, ¿lo recuerdas? —protesta alejando su mano.

Sí, en definitiva ella era algo mandona.

—Da igual, si vamos a este paso sabré toda tu vida y no es justo. ¿No crees?

Se cruza de brazos al pecho mientras niega lentamente.

—Tú me lo advertiste, dijiste que una vez atraparon a un cazador y por su culpa otros fueron atrapados—me recuerda—.Por eso crearon las reglas, y tu acabas de incumplir una, estas corriendo riesgo de que te atrapen por mí.

—Da igual, ya te dije—me encojo de hombros—. Quiero que estés conmigo para ese momento en que ya no hagamos nada de esto. Lo digo, tal vez... porque quiero que te quedes conmigo.


AMNESIA © [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora