•VEINTIOCHO•

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[Quería que fuese una hacienda porque no sé, pero elegí España por qué allá esta mi amorcito.. Mari, hablo de cariño. Recuerda guardarme un espacio en tu camita para ver la peli de Titanic, ¿va?]

JÚPITER

La nueva casa en realidad era un edificio.

El helicóptero nos había dejado en un edificio algo cerca, pero igual necesitamos un auto para acercarnos a aquí, al ser de noche poco logramos observar los alrededores del lugar, pero lo común de la ciudad me hizo pensar que a solo horas todo sería más normal y común para nosotros, ya no dependíamos de nadie más, solo nosotros. Subímos por el ascensor hasta el piso 12 donde logre ver nuestras libretas indicando que nuestros apartamentos eran el 12B y 12C uno frente al otro. Pero cuando animé a Amnesia a elegir alguno solo dijo que no quería pasar la noche a solas.

Y lo entendí.

Ya adentro del apartamento 12C, solo encontramos un inmenso pasillo que nos llevaba a dos habitaciones, la cocina y lo que suponemos será una sala divididas solamente un mesón de madera. El apartamento no estaba nada mal, solo esperaba que pronto el camión de mudanza llegará, aunque en realidad no era más que un camión con muchas cosas compradas, el vivir cómodo luego de no ser parte de esa extraña familia era parte de lo que venía en el trato al entrar, así que confiaba en eso, solo que algo me decía que ese camión se tardaría un par de días más. Así que todo se limitó a una colcha en el suelo y una de las mantas que por suerte empaque.

—Haces mucho silencio—comente a la pelirroja. Ya harían las once de la noche y estábamos sentados en la colcha viendo a ningún sitio específico mientras cenábamos unos burritos que a Amnesia se le ocurrió comprar—. ¿En qué piensas?

—Realmente no pienso en nada—confiesa ella. Vuelve el burrito a su empaque y lo deja a un lado de la colcha—. Además, creí que el silencio te agradaba.

¿Me agradaba? Sí. Pero no cuando no lo pedía.

—Pregunta. Sé que quieres hacerlo.

Y ciertamente quería hacerlo, se acomodó en su parte de la colcha y respiro profundo, cómo si se preparará mentalmente para la pregunta.

— ¿Por qué eligieron a Adhara para esto? Cualquiera en su sano juicio sabría que esto es peligroso y no debieron involucrar a una niña. Dicen que nos 'salvan', pero a mí parecer solo nos dan opciones de cómo morir.

El tono de voz que huso me recordó a aquel primer día en el campamento, cuando rechazo el trabajo y la ayuda de la comandante. Al menos eso daba esperanza de que la antigua Riley aún permanecía allí dentro, con su extraña forma de ver el mundo y enfrentarlo.

—Erotomanía—respondo—. Es un trastorno psicológico que hace delirar sobre que alguien gusta de ti, aunque haya pruebas palpables de lo contrario. Adhara lo presento con solo catorce, sus padres la intentaron ayudar pero al final recurrieron a internarla. La comandante movió cielo y tierra cuando se enteró, la quería, y lo logro. La salvamos.

— ¿Salvarla de qué? —protesta ella—. Por si no lo has notado ella está muerta.

—Lo sé... Y ha sido mi error al dejarla, no me daba buena pinta y aun así la deje allí.

— ¿Ella lo acepto? —la miro confundido—. Todo... esto—señala la habitación, claro que no se refería a 'esto' físicamente. Sino a nosotros.

—Al principio estaba confundida, y no es para menos... Pero, luego acepto. Nunca la obligamos.

—...Como quieras...—murmuro sin ánimos acomodándose en la colcha y dándome la espalda.

Cuando Amnesia llego del orfanato muchos de nosotros estábamos en la ciudad comprando comida o utilidades necesarias, pocos la conocieron en ese entonces, pero existió un video para el resto, un video donde la comandante le hacía preguntas estando ella bajo el efecto de un tipo de drogas. Y Amnesia, aun así no quiso formar parte de este desastre al que le llamamos 'Justicia'.

—Amnesia...—la tomo del hombro y le giro para que me vea a la cara—. Cuando nos instalemos mejor prometo mostrarte algo, ¿vale?

— ¿Lo prometes? —pregunta incorporándose.

—Lo prometo.

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𝐀𝐌𝐍𝐄𝐒𝐈𝐀

Dos días.

Eso había pasado desde que Júpiter y yo habíamos llegado al país, aún no se presentaba todo tal y como queríamos pero luego de darme cuenta de que el apartamento 12C tenía doble habitación, me fue imposible no pedirle que me dejara vivir allí, luego de un par de suplicas éste acepto, con la condición de que yo sería la encargada de hacer las compras. Y lo cumplía bien, por que desde que estabamos aquí vivíamos de la comida comprada, por supueste encontramos un pequeño local donde te permitían tomar lo que desearás siempre y cuando el pago final fuesén dos Euros.

Así que ahí me encontraba, caminando hasta nuestro edificio con las manos ocupadas en bolsas llenas de la comida del día y el desayuno de mañana que podíamos calentar en un pequeño Microondas que encontramos en uno de los cuartos, cuando ví el camión de mudanza, aún para estar segura me permití avanzar hasta nuestro apartamente y ver que, efectivamente, había al menos cinco sujetos moviendo cosas de acá para allá y haciendo espacio para las que faltaban.

—Tienes muchas visitas, ¿no? —chiste al encontrar la mirada de castaño que estaba intenado librerarse de una mujer rubia que hablaba no se que de las cortinas y la luz solar.

—Ninguna que me agrade tanto como la tuya, creéme—responde sonriente, causando en mí la misma acción, dejo las bolsas de la comida a un lado del mesón de madera y me acerco a él, copiando la pose de brazos cruzados y vista al frente—. Me han informado de un par cosas, cómo que el topo era el amigo de la comandante, aquel sujeto por el cual conocimos el diario de Urano.

— ¿El sujeto de la biblioteca? —Júpiter asiente—. Y yo creyendo que era Poh.

—Eso es algo que no sabremos—refuta haciendo espacio en el mesón cuando un señor de bigote blanco trajo un par de cajas con cubiertos y tazones.

— ¿Qué quieres decir?

—Vega me ha enviado una carta, en ella mnciono un par de pruebas que apuntaban hacia Berman, el hombre de la biblioteca—explica—. Pero no todas eran coherentes, recordé las fotografías y cómo te dio información que ni la comandante sabía bien.

—No te estoy entiendo.

—Quiero decir que o Poh no es él, o es Poh a medias, o trabaja con él.

Júpiter tenía razón.

Por una parte el tal Berman se había interesado por mí, pero por otra parte si quería sacar a la luz todo, ¿Por qué usarme a mí si podía hacerlo estando aquí adentro? Además, podía estar trabajando con Urano, cosa que explicaría el diario y el teléfono.

En ese instante en que Júpiter hizo una mueca y extendio su mano para ponerla sobre la mía y darme un leve apretón, llego a mi cabeza aquella promesa de la noche en que llegamos.

—Pero, tu promesa sigue en pie, ¿no? —curioseé.

—Seguirás siendo mi promesa, Riley.

AMNESIA © [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora