•DOCE•

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JÚPITER

Toco la puerta de la habitación.

Nada, así que vuelvo a tocar.

NADA.

Tallo mi rostro algo molesto y saco el móvil de mi bolsillo. Busco en la agenda el número de teléfono de Cosmos, y le marco. Tarda unos segundos en atender.

— ¿Qué quieres, Júpiter?

— ¿Dónde carajos estas? —le pregunto. El chico abre la puerta como respuesta, cuelgo el móvil al darme cuenta de su torso desnudo y húmedo y de la toalla beige que cuelga de su cintura. Lo hago a un lado para entrar a su habitación y sentarme en su pequeño escritorio, luego de cerrar la puerta con algo de molestia, gira sobre su propio eje para mirarme a la cara—. Creo que la chica está mal—informo rápidamente.

Cosmos parpadea un par de veces antes de pasarse la mano por su cabello mojado.

— ¿De qué hablas? —pregunta.

Tomo aire y vuelvo a tallarme el rostro. Si creía que aguantar a Amnesia ponía en juego mi paciencia, de veras que no hablaba con Cosmos en mucho tiempo, porque noto que para ser psicólogo no sabe leer entre líneas. Regreso ambas manos a mi regazo y respondo:

—Amnesia. No ha visto aun la maleta, pero si el diario de Urano, larga historia, no preguntes.

Cosmos se toma su tiempo, seguramente asimilando la información que le he dado. Con sinceridad, hubiera preferido mil veces buscar ayuda de Venus o de cualquier otro que haya estado en las clases de primeros auxilios de la comandante, pero los recuerdos de Amnesia son algo que solo Cosmos y yo estamos tratando sin ayuda o permiso de alguien más. Quizá estemos haciendo mal, pero es algo que en que ambos estamos de acuerdo, hubieron muchos secretos entre Urano y la comandante al traerla al lugar, cosa que nunca antes había pasado.

— ¿El diario de Urano? —Pregunta irritante— ¿Porque leían el diario de Urano?

Suelto aire.

—La parte de 'larga historia', ¿Cómo la entiendes? —chisto.

—Acá el psicólogo soy yo, déjate de bromas—aclara molesto—. ¿Qué le ha pasado?

—Se ha desmayado—me encojo de hombros para restarle importancia.

De igual forma, Cosmos así lo acepta.

—Estuviste en las clases, sabes que debes hacer— camina hasta su closet, abre la puerta y se adentra en él. Durante los siguientes minutos comienzo a jugar con algunos mechones largos de mi cabello, cuando al fin el tipejo se digna a salir descubro un gracioso conjunto de pijama de color azul claro con pequeños dibujos de huellas de animalitos, evito soltar una risa antes de que él continúe hablando—. ¿Qué esperas? Muévete y vamos ¿Dónde está? ¿En la cabaña?

Evito respuestas y le hago a un lado para comenzar el camino. Por suerte no nos topamos con nadie en la cabaña o adentrándonos en el bosque, ya cuando llegamos a la cabaña a penas abro la puerta Cosmos se apresura a entrar y a mirar a la chica tendida en el sofá. Me aseguro que nadie nos haya seguido y cierro la puerta detrás de mí, me dejo caer en el sofá frente a ella. Cosmos, en su modo loquero, le revisa el pulso y la temperatura. Luego de abrir su pequeña mochilita de primeros auxilios, saca una esfera de algodón y la moja en alcohol, ya húmeda la acerca a la nariz de la pelirroja medio muerta.

Despertar a una chica desmayada era tan fácil como eso. Todos en el campamento lo sabíamos. La comandante realiza clases antes de cualquier movimiento, clases de práctica y teoría sobre todo lo posible, ya sea mecánica, primeros auxilios, psicología... Pero aunque odie admitirlo, Cosmos es el loquero del lugar, y ya habíamos hablado de las cosas que podrían pasar cuando su cerebro intentara recordar.

AMNESIA © [COMPLETA] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora