Capitulo 4

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MALFOY MISTERIOSO

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Los tres amigos se miraron, pero, antes de que pudieran sacar a Hagrid de su error, llegaron los señores Weasley y Ginny cargados con pesados paquetes de libros.

-¿Están todos bien? -preguntó la señora Weasley-. ¿Tienen las túnicas? Estupendo, entonces podemos pasar por el boticario y El Emporio de camino hacia la tienda de Fred y George. ¡Vamos, no se separen!

Venus, y Hermione compraron ingredientes para pociones, puesto que Harry y Ron no cursarían esa asignatura. Pasaron por el Emporio de la Lechuza para comprar algo de comida y golosinas para las mascotas.

Luego, mientras la señora Weasley consultaba la hora en su reloj de pulsera a cada minuto, siguieron recorriendo la calle en busca de Sortilegios Weasley, la tienda de artículos de broma que regentaban Fred y George.

-No nos queda mucho tiempo -les advirtió la señora Weasley-. Sólo echaremos un vistazo y luego volveremos al coche. Debemos de estar cerca: ése es el número noventa y dos... noventa y cuatro...

-¡Vaya! -exclamó Ron deteniéndose en seco. Comparados con los sosos escaparates de las tiendas de los alrededores, cubiertos de carteles, los del local de Fred y George parecían un espectáculo de fuegos artificiales. Al pasar por delante, los peatones se volvían para admirarlos y algunos incluso se detenían para contemplarlos con perplejidad.

El escaparate de la izquierda era deslumbrante, lleno de artículos que giraban, reventaban, destellaban, brincaban y chillaban; Venus se desternilló de risa al verlo. El de la derecha se hallaba tapado por un gran cartel morado, como los del ministerio, pero con unas centelleantes letras amarillas que decían:

¿Por qué le inquietaba El-que-no-debe-ser-nombrado?
¡Debería preocuparle
LORD KAKADURA,
La epidemia de estreñimiento que arrasa el país!

Venus no puedo evitar soltar una carcajada.

-Están dementes.

Todos entraron a la tienda escuchando un débil tintineo. El lugar era realmente fantástico. Estaban todas las golosinas que los gemelos habían creado durante Hogwarts. Todo estaba decorado con colores brillantes y llamativos, chispas de colores pasaban cada tanto y los sonidos eran contagiosos.

-«Fantasías patentadas»... -Hermione había logrado acercarse a un gran expositor y leía la información impresa en una caja con una llamativa fotografía de un apuesto joven y una embelesada chica en la cubierta de un barco pirata-. «Tan sólo con un sencillo conjuro accederás a una fantasía de treinta minutos de duración, de primera calidad y muy realista, fácil de colar en una clase normal de colegio y prácticamente indetectable. Posibles efectos secundarios: mirada ausente y ligero babeo. Prohibida la venta a menores de dieciséis años.» ¡Caramba, esto es magia muy avanzada! -comentó Hermione mirando a Harry.

-Enserio es asombroso- dijo Venus al admirar el local.

-Por haber dicho eso, Hermione, Venus -los sorprendió una voz a sus espaldas-, pueden llevarse una gratis.

-¡Fred! -dijo Venus feliz y lo abrazo

-Hola Venus -dijo Fred -¿Cómo estás, Harry? -Se estrecharon la mano-. ¿Y a ti qué te ha pasado en el ojo, Hermione?

-Ha sido ese telescopio zurrador -contestó ella, compungida.

-¡Ostras, no me acordaba! Toma... -Se sacó una tarrina del bolsillo y se la dio; Hermione desenroscó la tapa con cautela y contempló la espesa pasta amarilla que contenía-. Póntela en el ojo y dentro de una hora el cardenal habrá desaparecido -le aseguró Fred-. Hemos tenido que procurarnos un quita cardenales decente, porque la mayoría de nuestros productos los probamos nosotros mismos.

Venus y  el príncipe mestizo [6]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora